Autora: Lucía Díaz Pérez
Érase una vez... ¿no estáis cansados del mismo principio? Porque yo sí, pues entonces empezaré de otra forma:
Hace mucho tiempo en un reino muy lejano... ¡No! Este principio también está muy pasado, pero no se me ocurre nada más para empezar, así que empezaré a contaros la historia.
Cuando yo era muy pequeña mi madre siempre me contaba el mismo cuento de hadas y yo ya empezaba a cansarme, así que un día le dije a mi madre:
-¡Hoy te cuento yo el cuento a ti!
-Está bien- dijo mi madre sonriendo.
Como vi que mi madre estaba dispuesta a escucharme empecé a contarle mi historia:
“Un día en un país desconocido, ocurrió lo inesperado: la joven princesa Kairi perdió su voz.
Ella intentaba explicar que le faltaba su collar mágico que era lo que le daba esa dulce voz y que sin él no podría hablar, pero, el Rey se enfureció mucho con su hija porque su mujer (la madrastra de la niña) le había dicho a su marido que vio a Kairi tirando el collar al estanque.
La niña intentó explicarle a su padre que eso era mentira, pero su padre no la entendía así que la castigó en su cuarto sin salir hasta que él no se lo permitiera.
Kairi se fue corriendo hacia el bosque muy lejos de su hogar con lágrimas en los ojos. El padre le gritaba desde la puerta del castillo que regresara, pero la niña ya estaba muy lejos del castillo y ya no le oía. El padre viendo que no volvía, subió a sus aposentos y ordenó a dos guardias de la puerta que no dejaran pasar a nadie excepto a la Reina. Al rato Alessa (la malvada madrastra) entró en la habitación para comprobar que su marido estaba bien. Cuando entró se lo encontró pegado al cristal de la ventana. Ella le preguntó:
-¿Por qué sigues ahí buscando a nuestra hija? ¿Es que no sabes que los que se fugan de casa nunca vuelven?
El Rey no respondió.
Tres años después el Rey murió de pena y Alessa gobernó ella sola. Como sabía que su hija seguía viva en algún lugar del bosque mandó llamar al mejor cazador que hubiera en todo el reino.
A los tres días llegó el cazador. La Reina le ordenó que fuera al bosque y que matara a una chica de cabellos rubios como el Sol, labios rojos como la sangre y piel moreno cobrizo.
El cazador obedeció y fue en busca de Kairi. Al rato se encontró con una chica exactamente igual a como la reina la había descrito, pero no estaba sola, estaba con un gato con sombrero y botas, con siete hombrecillos alrededor y ceniza en el vestido.
El cazador se acercó despacio, pero el gato con su agudo oído escuchó los pasos del cazador y dijo lanzando una flecha al cazador:
-Da un paso más y esa flecha no caerá en el árbol de al lado.
La chiquilla que en ese momento vio al cazador se levantó y se fue acercando poco a poco con los siete hombrecillos y con el gato apuntando con la flecha. Kairi hizo gestos con los brazos y las manos. El cazador un tanto extrañado le preguntó:
-¿Por qué no hablas conmigo en vez de hacerme gestos raros?
Uno de los siete hombrecillos se adelantó y le respondió al cazador:
-Porque es muda, por eso.
-Yo te traduciré lo que Kairi quiere decirte- dijo otro-. Buen hombre, ¿qué es lo que quieres de mí?
-Me manda la reina Alessa a matarte- dijo el cazador.
La pobre chiquilla dio un salto hacia atrás y se puso a hacer más gestos. El hombrecillo tradujo:
-¿Y qué ha dicho mi padre al respecto?
-Tu padre no ha podido decir nada- respondió el cazador-, porque, cuando te marchaste de palacio hace cuatro años, tu padre, después de aguantar tres años de depresión, se murió de pena.
La chiquilla se puso a llorar, el gato bajó el arma y los hombrecillos no dijeron palabra.
El cazador que estaba observando la escena se acercó un poco a la niña y la consoló.
Al rato la niña se calmó y el cazador estuvo hablando con ella un rato.
El cazador le prometió que no la mataría, que en vez de llevarle su corazón a la reina le llevaría el de un conejo, la chica sonrió.”
-¿Por qué paras?- me dijo mamá.
-Es que tengo que ir a hacer pipí- dije yo riéndome.
20 minutos después llegué yo.
-¿Por qué has tardado tanto?
-Es que no solo ha salido pis, también ha salido pos- dije yo entre risas y como mi madre me vio reírme también se rió ella.
-A ver, ¿por dónde iba? ¡Ah, sí, ya me acuerdo!
“Veinte minutos después el cazador llegó a palacio y le entregó el corazón del conejo a Alessa:
-¡Por fin tengo su corazón! Ya no tendré que aguantar más a esa niña tan dulce, buena y tierna.
-¿Y qué tiene de malo ser dulce, buena y tierna?- preguntó el cazador.
Un año después la princesa cumplió quince años.
Ese mismo día un príncipe de un país muy lejano iba cabalgando por el bosque, pero cuando quiso regresar a su palacio no sabía por dónde ir, así que siguió cabalgando hasta que de repente se calló del caballo por culpa de una luz cegadora.
Cuando se acercó a aquella luz cegadora, se dio cuenta de que era un collar con una perla en el centro, la cogió y siguió cabalgando.
Al cabo de un rato, a lo lejos, vio un claro en el bosque, con su caballo se acercó a ver si había alguien, al acercarse se dio cuenta de que había una muchacha muy hermosa rodeada de siete hombrecillos y un gato con unas botas y un sombrero con una pluma. Se acercó con el caballo y el gato con una flecha ya en el arco y apuntando hacia el príncipe dijo:
-¡Otro paso más y no vivirás para contar que has conocido a un gato que habla!
-Solo quiero hablar con esa bella chica, me gustaría saber quién es- dijo el príncipe.
-¡Primero di quién eres, cómo te llamas y de dónde vienes!- le gritó el gato.
-Está bien, soy el príncipe de un reino muy lejano y me llamo Edmond- respondió el príncipe.
-Puedes hablar con Kairi- respondió el gato bajando el arma.
Edmond se acercó poco a poco y cada vez que se acercaba le parecía más guapa la chica.
-Hola, ¿Kairi?- le dijo suavemente el príncipe mientras se ponía delante de ella.
Kairi que no podía hablar hizo muchos gestos y el príncipe se quedó un poco extrañado al principio, pero aún así le dijo a ella:
-Si te soy sincero no sé lo que significa lo que me has dicho Kairi, pero me gustaría hacerte una pregunta- dijo él metiéndose la mano en el bolsillo y sacando el collar-, ¿esto es tuyo?
La princesa miró lo que había sacado el príncipe, y cuando vio que era su collar mágico se le pusieron los ojos como platos. Ella muy contenta asintió con la cabeza, el príncipe le entregó el collar y ella se lo puso muy feliz. Después le dijo con una voz muy dulce:
-¡Muchísimas gracias Edmond! Gracias a ti vuelvo a hablar.
Estuvieron más de dos horas charlando sin parar, la princesa le explicó lo que le había pasado y el príncipe cómo había acabado en mitad del bosque.
Varios días después la princesa volvió a su palacio en compañía del príncipe, del gato y de los siete hombrecillos. Cuando entraron en palacio todo el mundo se preguntaba quién era ese chico al mismo tiempo que corrían a abrazar a la princesa.
La chica y Edmond entraron en los aposentos de Alessa y cuando esta vio a Kairi se sorprendió mucho y fue cuando se dio cuenta de que el cazador la había engañado.
-¡Kairi querida hija! ¿Por qué no volviste antes a casa cielo?- dijo la reina.
La niña se quedó mirándola muy seria y le dijo:
-¡Porque si hubiera vuelto me hubieras matado igual que a mi padre!
Alessa abrió mucho los ojos y dijo:
-¡¿Cómo osas acusarme de la muerte de tu padre niñata insolente?!
-Porque en su muerte nadie estaba presente... excepto tú.
La reina se quedó sin palabras y sintió un vacío en su interior, pero aún así pudo responderle:
-Sí, admito que fui yo, pero lo hice porque no soportaba que tu padre después de haberte fugado no se hubiera separado ni un minuto de la ventana buscándote para que regresaras y eso me ponía furiosa porque no hacía nada más y no me prestaba atención, ni a mí ni al reino.
La niña se quedó callada un instante y después le prometió a la reina que no la desterraría ni la mataría si confesaba ante todos y se disculpaba por lo ocurrido.
Varios años después Kairi y Edmond se casaron, tuvieron dos hijos, uno fue niño y el otro bebé fue niña. Alessa estaba muy contenta y cada vez que podía les hacía un regalo a los hermanos. En cuanto al gato y a los siete hombrecillos, también estaban muy contentos con sus sobrinos.
Y todos fueron felices hasta el fin de sus días.”
-¡Me ha encantado la historia, cariño!- me dijo mamá.
-¡Bien! Ya sé lo que quiero ser de mayor, escritora de libros- dije yo muy contenta.
-Bueno, pues ya va siendo hora de dormir ¿no?- me dijo mi madre mientras yo bostezaba.
-Sí... buenas noches mami- dije yo bostezando y con los ojos entornados.
-Buenas noches- dijo mi madre mientras apagaba la luz y cerraba la puerta de mi cuarto y se iba mientras yo me quedaba profundamente dormida.
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