domingo, 23 de septiembre de 2012

La mano de los deseos

Autor: Pablo Riquelme Delgado

Érase una vez cuatros hermanastros muy ricos que se llamaban Ricardo, Cecilio, Sebastián y el mayor, Germán. Un día decidieron dar un paseo por el bosque, cuando se encontraron con una mujer muy vieja que les preguntó si querían una mano de deseos, entonces lo niños dijeron sí. La vieja llevó a los niños a una casa muy vieja y muy estropeada.

- ¿Dónde está la mano?-dijo Germán extrañado.
-¡Niño! Tú serás el primero en pedir el deseo, ven conmigo al comedor.-dijo la vieja.
-¡Vale!
Después de un rato llegó la vieja al salón donde estaban los demás.
-¿Dónde está Germán?-dijo Cecilio.
–Ven, te lo enseñaré.- advirtió la vieja.
La vieja había secuestrado a los dos niños en el comedor.

Después de un rato llegó la vieja al salón donde estaban los demás.

Y pasó lo mismo que con los otros dos hermanastros. Estaban todos en una silla atados, y la vieja cerró la puerta para que no se escaparan los niños.
-¡Mirad! Hay un ratón. ¿Alguien tiene un trozo de queso?-preguntó Germán.
–En mi bocadillo hay espera. ¡Toma Germán! ¿Y ahora qué hacemos?-dijo Cecilio.
–Pues con la boca enrolla la loncha de queso por la cuerda de tu silla para que muerda el ratón y se rompa la cuerda.-dijo Germán.
Después de un rato el ratón dijo: -esperad, traigo a más animales para que os salven.
–Pues venga llámalos rápido.-dijo nervioso Ricardo.
Dentro de un rato entraron muchos animales pequeños por la ventana y desataron a los hermanastros.
–Rápido, salgamos por la ventana.-advirtió Sebastián.
Salieron por la ventana y fueron a su casa para coger un mechero y quemar la casa de la vieja. –
-¡Rápido, ahora que está la vieja en la casa!-exclamó Germán.

Quemaron la casa de la vieja y todos los hermanastros saltaron de alegría.

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