Autor: Francisco Martínez González
Un hombre estaba en un torneo de pesos pesados. Él iba en el segundo puesto y necesitaba ganar porque ¿sabéis cuál era el premio? El primer puesto se llevaba un váter usado. Y eso era lo que le faltaba a su casa de los disparates.
¿Por qué a su casa la llamaba así? Muy sencillo en su casa las ventanas abiertas daban oscuridad y con las persianas echadas daban luz. Lo sucio estaba limpio. Los cuadros todos torcidos. La televisión era mejor subirse al techo para verla, las películas antiguas eran nuevas. En lugar de peces en la pecera tenía bolsitas de té usadas, ¡qué bien nadaban!...
En fín si quería ganar el primer puesto tenía que levantar cincuenta toneladas, y quería hacer trampas, cuando llegó su turno levantó las toneladas pero... ¡cuando las levantaba ascendía al techo!, ¡estaba levitando! Y nadie, pero nadie podía hacer nada por evitarlo. Cuando bajó todo el público se volvió loco. No tenía rival, así que recogió su premio.
Le tenía reservado un sitio especial, qué mejor lugar que la biblioteca donde pasaba tantas horas desleyendo libros.
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