Autora: Nadia Timonet Bellido
Una mañana, Isabel, la hija de la profesora, se tuvo que quedar sola en la casa con su hermano pequeño y el perro que ayer encontró su padre. El perro era un chucho de la calle, al que Isabel veía todas las mañanas que iba al colegio. A la niña no le gustaban los perros, en cambio a su hermano le encantaban. Dino, que así llamaron al perro, se pasaba todo el día en la alfombra del jardín durmiendo. A la hora de comer Dino tenía mucha hambre, ladraba y ladraba sentado en frente del cajón de la comida, Isabel no sabía lo que Dino quería así que pasó de él.
Isabel y su hermano se sentaron en la mesa del comedor a comerse cada uno un bocadillo de salchichón, de repente la niña escuchó un ruido que venía de la cocina, se asomó y vio todo el suelo manchado de una cosa pegajosa que parecía comida. La niña dijo:
-¡Dino, qué has hecho!
El perro bajó la cabeza y dijo:
- Lo siento, es que tenía hambre y quería coger el bote de sirope pero no controlo muy bien mi fuerza.
La niña se quedó boquiabierta, no se lo podía creer, su perro hablaba. Desde ese día el perro y la niña se contaban todos sus secretos y la niña ya sí podía saber lo que el perro quería.
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