Autora: María Cortés Parada
Esta es la historia de un marciano que de pequeño vivió en el mundo real.
Así empezó todo:
Un día el pequeño marciano Pepe se despertó y al colegio se marchó tras haber desayunado cáscaras de huevo de dragón, helado de mocos y zumo de sangre. Cuando llegó al colegio todos los niños se burlaban de él porque tenía cuatro brazos, siete ojos, tres piernas, cincuenta orejas y mil quinientas narices.
Cuando salió a la pizarra y justo antes de empezar a escribir, el marciano se teletransportó a un mundo alternativo en el que todos eran malas personas. El marciano se miró a sí mismo y pudo ver que era un niño normal.
Salió a la calle y vio que todos eran marcianos, y, esta vez, para desahogarse de todos los insultos que le decían en el mundo real empezó a insultarlos también a ellos. Cuando se desahogó, todos y cada uno de ellos estaban alrededor de él y todos los marcianos de la ciudad, empezaron a insultar en este caso al 'humano Pepe' con palabras raras como ''neydek''. El pobre 'humano' sabía lo que decían porque ese era su idioma oficial en el mundo real.
En el verdadero universo sus padres estaban aliviados por la ausencia de su hijo porque no les hacía mucha gracia tener tener en casa a un marciano que siempre llegaba del colegio y se ponía a decir palabras muy, pero que muy, muy raras.
Como en ese mundo alternativo Pepe no reconocía a sus 'padres', durmió en una caja. Al despertar, treinta marcianos estaban alrededor de él, mirando al 'humano Pepe' con caras raras. El extraño visitante empezó a correr lo más rápido que podía. A lo lejos se veía un espejo con forma de prisma; él, corriendo y sin pararse, atravesó el cristal. Al pasar, se miró en el espejo y vio que de nuevo era un marciano, que tenía como antes, cuatro brazos, siete ojos, tres piernas, cincuenta orejas y mil quinientas narices. Se alivió, aunque pensó que se burlarían de él como siempre, pero intentaría hacer algo para caerles bien a todos los de su clase.
Lo intentó haciendo pasteles, llevando zumos... (pero claro, todo de su planeta marciano). Hizo todo lo que pudo, hasta que un día tuvo una idea genial. Le enseñaría a todos los de su clase un truco que él conocía y que era infalible para aprender y sacar siempre sobesaliente en todas las asignaturas.
Cuando se lo contó a sus compañeros, todos acabaron adorando al marciano. Y es que por muy raros que sean nuestros amigos, siempre tenemos algo que aprender de ellos.
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