Autora: Lucía Díaz
Era una tarde de diciembre lluviosa y hacía mucho frío... Yo estaba en mi casa con mi pijama de manga larga, con la chimenea encendida mientras leía un libro de mi autor y escritor favorito, Gerónimo Stilton, titulado: ¡ES NAVIDAD, STILTON!
Mientras leía, me iba quedando dormida...
De repente, aparecí tirada en un suelo todo nevado, el cielo azul y muchos ratones, ratonas, ratoncitos y ratoncitas, todos rodeándome.
Un ratón preguntó:
-¿Estará muerta?
-No creo- añadió otro- Mira, está abriendo los ojos.
-¿Dónde estoy?- pregunté un tanto aturdida.
Uno de los presentes me respondió:
-¿No lo sabes?, estás en Ratonia, y yo soy Gerónimo Stilton.
Yo dije asombrada:
-Un momento, ¿en Ratonia?
Él me dijo:
-Sí en Ratonia.
Luego volví a preguntar:
-¿Y tú eres Gerónimo Stilton?.
Él volvió a responder:
-¿Cómo una ratoncita como tú puede saber tan poca cosa de este sitio?
Yo pensé: "Pero si yo no soy una ratoncita". Pero cuando me levanté y me miré las manos, más bien las patas, chillé: -¡Ahhhhh, me he convertido en una ratona!-.
Gerónimo dijo que me iba a llevar a su oficina y que allí hablaría conmigo para que le contara qué me pasaba.
Una vez hubimos llegado a la oficina, me preguntó:
- ¿Me puedes contar qué te pasa y cómo te llamas?
-Pues mire señor Stilton,- dije yo, muy decidida a contárselo todo- yo no soy una ratona, soy una humana, yo estaba en mi casa leyendo uno de sus libros cuando de repente me he despertado aquí en Ratonia tirada en el suelo, ah y también me he convertido (por lo visto) en una ratona, y me llamo Lucía Díaz Pérez y tengo 10 años.
Él me miró sorprendido, pero me creyó puesto que me dijo:
-Tranquila, ya sé que es un poco raro, pero yo te creo porque a mí me han pasado cosas también muy raras.
Yo le dije como respuesta:
-Lo sé, en mi ciudad también eres famoso.
Él se asombró mucho:
-¿En serio soy famoso también donde vives?.
-Sí- respondí, y luego le dije:
- Yo vivo en Málaga y tus libros les gustan mucho a todos.
Él, más asombrado aún, preguntó:
-¿En serio soy famoso en Málaga también?.
-No solo en Málaga- añadí- eres famoso en casi todo el mundo, tus libros son los más vendidos entre los niños, y yo no puedo leer otra cosa que no sean tus libros.
Él, con la boca abierta, dijo mientras empezaba a leer un contrato:
-Esto no es una broma ¿verdad Lucía?
Yo, cuando me di cuenta de que empezaba a leer el contrato, dije rápidamente:
-¡Gerónimo, necesito que me des las llaves de tu casa, es muy urgente!
Él dijo que sí pero si iba él.
Cuando llegamos a su casa fui corriendo a su salón, cerré una ventana que había abierta y apagué una velita encendida. Gerónimo me preguntó:
-¿Cómo sabías que dejé una velita encendida?
Yo dije, corriendo otra vez hacia el Eco del Roedor:
-Es complicado, luego te lo digo.
Cuando llegamos, un camión que repartía quesitos al chocolate estuvo a punto de atropellar a un niño, pero yo lo aparté a tiempo y no pasó nada:
-¡Uf!, meno mal, ¿estás bien?- le pregunté al niño.
- Claro, gracias a tí, ¡muchas gracias!.
El niño se acercó a mí y me abrazó, de repente vino su madre llorando y me dio mil gracias. Gerónimo, me dijo:
-¿Lucía, tú cóomo sabías lo de la velita y lo del niño?.
Le expliqué:
-Yo lo sabía porque me parece que estoy dentro del libro que estaba leyendo cuando me quedé dormida.
Gerónimo, volvió a preguntar:
-¿Y cómo has llegado a esa conclusión?
Yo, pacientemente, la volví a decir:
-Pues que me he terminado el libro justo cuando me quedé dormida y creo que estoy dentro del libro, pero... la verdad no sé si es por algún motivo especial, pero por ahora, estoy intentando evitar todos los accidentes que todavía no has tenido porque lo he evitado.
De repente, vi a una anciana al borde de la acera. Yo, como un rayo, me dirigí a por ella, paré el tráfico y Gerónimo le ayudó a cruzar ¡cinco veces! La anciana nos dio las gracias y se fue tranquila. Nosotros cuando nos despedimos fuimos a casa de Gerónimo y nos sentamos un rato a charlar.
La noche estaba al caer y lo invitados de Gerónimo, al llegar y yo, estaban ayudándole a empaquetar los regalos. Cuando terminamos de hacerlo sonó el timbre de la puerta por primera vez. Al llegar todos los invitados, Gerónimo anunció en voz alta:
-¡Atención todo el mundo!, quiero darles las gracias a todos por haber venido y en especial me gustaría darle las gracias de todo corazón por haber hecho que hoy no ocurriera nada malo y se pudiera celebrar la Nochebuena aquí, a Lucía.
Yo le di también las gracias a Gerónimo. Estuvimos hasta muy tarde celebrando todos juntos la Nochebuena. Cuando todos se fueron, yo no sabía cómo volver a casa y le dije a Gerónmo:
-¿Tú sabes cómo puedo volver a casa?
Él dijo:
-Pues la verdad es que no, cuando yo he salido del Reino de la Fantasía me traía el Dragón del Arco Iris.
Yo, un poco triste, estuve pensando un rato.
Cuando sonó el reloj dando las campanadas de las 12 de la noche fui desvaneciéndome, mientras Gerónimo me decía:
-¡Hasta otra, amiga!
Cuando me desvanecí entera, me desperté en mi casa con mi hermano Diego al lado dándome empujones para levantarme mientras decía:
-¡Vamos Lucía, despierta ya que quiero jugar contigo!
Yo le respondí:
-Ya voy, Diego, un momento.
Cuando me iba a ir a la terraza a jugar con mi hermano, se me cayó el libro de las piernas, le eché una ojeada y... ¡grande fue mi sorpresa! En el libro lo que había no era la historia que yo leí, sino la que había sido “un sueño”. Miré la última página que es donde están las dedicatorias y ponía: “Para mi gran amiga Lucía Díaz Pérez”. Yo, estaba muy sorprendida y fui a enseñárselo a mi madre, pero cuando fui a enseñárselo ya no estaba, cuando volví a mi cuarto volvió a aparecer. Y entonces me di cuenta de que no había sido un sueño.
2 comentarios:
Profe Luis, eres muy malo porque me has cambiado el título, el mío era: Una historia de Navidad.
Me gustaría saber por qué me lo has cambiado.
Estupendo Lucía
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