Autor: Daniel Rodríguez Codes
Érase una vez, en un país lejano, un Rey muy rico que tenía tres hijos: el mayor se llamaba Arturo, el mediano Felipe y el menor Nicolás.
Un buen día, el rey se encontraba mal y el médico real le dijo que su única cura era una flor llamada Falandrina, y que sólo hay una en todo el mundo; el Rey se lo contó a sus tres hijos y añadió que el que encontrara la flor heredaría la corona.
Los tres hijos se pusieron manos a la obra y fueron con sus grandes caballos a buscar la flor. Se pasaron toda una semana igual, galopando entre la niebla del bosque día y noche, hasta que de pronto, Arturo oyó una vocecita allá a lo lejos. No veía nada y siguió caminado, la volvió a oír hasta tres veces; cada vez se asustaba más, a la cuarta apareció de un matorral una anciana que le dijo:
- Oye, te he estado llamando y no me has hecho ni caso, estoy perdida ; si me llevas en tu caballo hasta mi casa te concederé un deseo.
Arturo le contestó:
-¡Deja de decir tonterías, anda apártate de mi camino que tengo mucha prisa!
Y se fue. Días después Felipe también se encontró a la anciana, que de nuevo dijo que si le podía llevar en su caballo hasta su casa y le concedería un deseo; Felipe le contestó que lo que estaba diciendo eran chorradas y se largó. Al día siguiente pasó lo mismo con Nicolás, este le dijo que no creía en lo del deseo, pero que sin ningún problema la llevaría hasta su casa.
Al llegar a la casa de la anciana, Nicolás vio que estaba lleno de pócimas, de artilugios de brujerías, de recetas para hacer potingues y un gran caldero en medio.
La anciana le dijo que era una bruja y que cuál era su deseo. Nicolás se vio sorprendido y le dijo que quería una flor llamada Falandrina, para curar a su padre, el Rey.
Nicolás fue el primero de los hermanos al llegar al palacio de su padre, le dio la flor, nada más que la flor rozó las manos, el padre se curó.
Al año siguiente le coronaron rey del país, se casó con una reina muy guapa y vivió feliz para siempre sin saber nada más de sus hermanos.
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