Autor: Alejandro Pascual Mellado
Había una vez un pueblo que vivía atormentado por un castillo con un patriota un tanto particular, un..., un..., un..., un vendedor de seguros, te quema la sangre con sus seguros de vida y con el seguro del coche. Una vez que le abrías la puerta no se separaba de tí hasta que no te interesabas, si lo denunciabas a la policía, no podían con él, las balas las derretía, las porras las dormía, y a los policiás, me da miedo de contarlo, les dejaba sin blanca.
Hasta que un día llegó el mayor de los tacaños al pueblo, le hablaron del vendedor y de su castillo, y él dijo que lo vencería a cambio de que compraran un regalo de aniversario a su mujer. El valiente tacaño se dirigía al castillo para derrotarlo, contaba con una cartera llena de dinero de plástico que serviría de cebo, unos monederos vacíos y un arma secreta con la que no contaba nadie.
Cuando llegó a las puertas del castillo, a pesar de su decisión de no comprar seguros, tenía miedo por la jaqueca que podría producirle este vendedor, a pesar de los innumerables vendedores que había derrotado, el de Transilvania parecía ser diferente, parecía ser un ser del inframundo con la capacidad de hacer comprar a cualquiera. Pero el tacaño no se retiró, siguió hacía delante y cuando llegó al jardín se encontró con algo que le puso los pelos de punta, carpetas repletas de seguros carísimos y lo peor de todo es que estaban sin las cadenas.
Había dos que por suerte dormian, así que el jardín fue fácil de bordear, cuando llegó al castillo el vendedor estaba justo delante suya, así que le lanzó sus carteras vacías y mientras se ahogaba sacó las más poderosa arma, el arma secreta, un finiquito, cuando se lo a cerco lo mató ¿O no? Y todos felices.
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