Autor: Alejandro Pascual Mellado
Érase una vez una historia de navidad que se contó como leyenda de padres a hijos desde antaño hasta ahora:
Había una vez un pueblo adentrado en las inmensas montañas que pocos turistas conocían, ya que no solo estaba bien escondido, sino que también estaba a extremas temperaturas bajo cero a lo largo del año. Era un pueblo pobre, agrícola y ganadero, pero en navidades parecía olvidar sus penas y se alegraba.
Se me ha olvidado contar que era antes de la leyenda de Santa Claus, pero aún así recibían regalos en esta época. No grandes regalos, pero suficiente como para dar alegría al pueblo. Pero ¿quién repartía los regalos y la felicidad al pueblo?
Los comerciantes también recibían regalos pero no les hacía la más mínima gracia, porque los regalos que se repartían eran semejantes a los que ellos vendían, por lo que la clientela disminuía. Así que unas navidades se decidieron reunir para encontrar
a este sospechoso, montaron guardias nocturnas para encontrarlo.
Pero cuando le tocó el turno a Nicolás el artesano, en cuanto se durmieron los demás tendederos, fue a su casa y con varios sacos fue repartiendo los regalos, y sí, era Nicolás el hombre de la navidad, como solían llamar a ese individuo los lugareños. A la mañana siguiente los tendederos del lugar le cantaron las cuarenta Nicolás, porque fue en su turno cuando actuó el hombre de la navidad, pero con tanto alboroto la montaña rugió con unos temblores fortísimos, cuando se escuchó:
-!!!!!!!!Avalanchaaaaaaaaaaaaaa!!!!!!!!!!
Había una fuerte avalancha que se dirigía hacía el pueblo, todos los hombres, niños, mujeres y animales de compañía se montaron en carros de caballos huyendo despavoridos de tal fenómeno. Todos menos Nicolás, él fue a por los planos de juguetes, ropas y demás regalos navideños, cuando salió no le dio tiempo a abrir la puerta antes de que la nieve le derrumbara.
Varios años después, el pueblo, situado en otra zona, había olvidado al hombre de la navidad porque ya no recibían sus regalos, los tendederos vendían regularmente todo el año y la alegría era una cosa que hacía tiempo que se había olvidado.
Pero de repente, un año en navidad volvieron los regalos con mejor calidad, y notas en la que ponía:
"Para mis fieles amigos del pueblo, el hombre de la navidad era yo, ya morí en mi vida mortal y alcanzé una vida celestial, ahora yo, Santa Claus, reparto al mundo entero, en mi próxima vida eterna nunca os olvidare, hohohohohohohho
Firmado:San Nicolás."
No hay comentarios:
Publicar un comentario