Autor: Marina Testa Moreno
Había una vez un hombre al que le encantaba viajar. Un dí el jefe de su trabajo le mandó a trabajar a una ciudad desconocida, que no aparecía en el mapa.
Él por una parte se puso muy contento porque le encantaba viajar y por otra parte triste porque tenía que dejar a su familia por un tiempo, pero qué le vamos a hacer, fue de todos modos.
Cuando llegó se alojó en una casa que le había alquilado su jefe.
Al día siguiente era Navidad y se puso manos a la obra, puso el árbol de Navidad y el belén en menos de media hora.
El día de Navidad salió a la calle disfrazado, vendiendo bombones y turrón y a la vez gritando:
-¡Feliz Navidad!, ¡Feliz Navidad!
Todos los ciudadanos de esa ciudad le miraban como diciedo:
“¿Pero qué dice?, ¿qué es eso de la Navidad?, ¿está loco?”
Entonces fue cuando comprendió que esa ciudad nunca había celebrado la Navidad, ni sabían lo que era.
Con un megáfono en medio de la plaza más popular se puso a explicar lo que era la Navidad y lo que se hacía y lo que se comía en esa fecha. A los ciudadanos les gustó mucho la idea, sobre todo por lo que se comía. Entonces se apuntaron y lo pasaron mejor que en toda su vida.
Desde entonces no existe ninguna ciudad que no celebre la Navidad, ni siquiera una que no aparezca en el mapa.
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