Autor: Manuel Castillo Sancho
Érase el día de Nochebuena. Yo, todo ansioso, esperando a mi familia para que llegara a casa, preparaba la mesa: ponía los manteles, las copas, las servilletas…
Al llegar nos sentamos todos en la mesa y empezamos a hablar unos con otros de que si esto estaba caro, de que si estaba limpio, que si no sé qué. Al final llegó la comida y el silencio se hizo, empezamos a comer y de pronto se oyó un ruido:
¡Pooooooooooommmm!
-¿Qué es eso? –dijo mi padre
-No sé, habrá que ir a ver.
Todos los niños subimos las escaleras para ir a la última planta. Cuando llegamos, un gorro de Papá Noel estaba en el suelo y a su lado los regalos…¡ qué regalos ¡
-Papá Noel se ve que tiene prisa- dije yo
-Sí, sí que la tiene.
Cogimos los regalos y fuimos flechados al comedor para enseñarle a nuestros padres los bonitos regalos que nos había traído.
Al día siguiente nos sacamos lo juguetes a la calle y disfrutamos como enanos.
Mi hermano decía: "¡Me lo ha traído Papá Noel!, ¡me lo ha traído Papá Noel!"
Claro, de esto ya hace unos añillos, jijiji…, adiós y felices fiestas.
domingo, 23 de diciembre de 2012
La niña que odia la navidad
Autora: Ana Belén Gálvez Domínguez
Érase una vez una niña llamada Rocío que odia la navidad.
-Hija, ¿qué quieres para navidad? - le preguntó la madre a su hija Rocío.
-Mamá, yo no quiero nada porque odio la navidad. Porque yo no creo en los Reyes Magos ni Papá Noel, eso es una inmensa tontería -le contestó a la madre.
-Hija, ¿cómo que no quieres nada? ¿y qué le digo a los Reyes y a Papá Noel?
A los dos días aparece un hada llamada Lola.
-Hola Rocío, soy un hada y he venido a ayudarte porque mira, Papá Noel y los Reyes Magos son buenos y ellos celebran la llegada al mundo de Jesús. Ahora tú piensa lo que a ti te parezca- le comentó el hada.
-Hada, ¿cómo te llamas?- le pregunta con mucho interés.
-Lola- le contesta.
-Mira Lola, tienes mucha razón así que mejor que escriba rápido la carta de Papá Noel y los Reyes Magos si quiero que me traigan algo.
Así acaba esta historia. Los Reyes le trajeron sus regalos y todos contentos.
Érase una vez una niña llamada Rocío que odia la navidad.
-Hija, ¿qué quieres para navidad? - le preguntó la madre a su hija Rocío.
-Mamá, yo no quiero nada porque odio la navidad. Porque yo no creo en los Reyes Magos ni Papá Noel, eso es una inmensa tontería -le contestó a la madre.
-Hija, ¿cómo que no quieres nada? ¿y qué le digo a los Reyes y a Papá Noel?
A los dos días aparece un hada llamada Lola.
-Hola Rocío, soy un hada y he venido a ayudarte porque mira, Papá Noel y los Reyes Magos son buenos y ellos celebran la llegada al mundo de Jesús. Ahora tú piensa lo que a ti te parezca- le comentó el hada.
-Hada, ¿cómo te llamas?- le pregunta con mucho interés.
-Lola- le contesta.
-Mira Lola, tienes mucha razón así que mejor que escriba rápido la carta de Papá Noel y los Reyes Magos si quiero que me traigan algo.
Así acaba esta historia. Los Reyes le trajeron sus regalos y todos contentos.
Dulce historia de Navidad
Autora: Nadia Timonet Bellido
Esta es la historia de unas niñas que vivían en un orfanato y llegaba la navidad. Ese día todas las niñas pedirían el mismo deseo: que era ser adoptadas. Una de las maestras que les daba clases a las niñas les preguntó:
-Niñas, ya mismo es navidad ¿Qué regalos vais a pedir?- preguntó
la maestra.
Las niñas a la vez dijeron:
-Una, dos y tres ¡Que nos adopten!- respondieron todas las niñas muy contentas.
-¿A todas? Eso va a ser muy difícil- dijo la maestra.
La niña más pequeña del orfanato, que tenía cinco años, dijo:
-No lez quitez la ilución. Y ademáz yo he pedido otra coza - dijo la pequeña enfadada.
-¿Ah sí?, a ver, dime lo que quieres tú- dijo la maestra mirando fijamente a la pequeña.
-Puez yo quiero que me adopten- respondió la pequeña muy enterada.
-Pero si eso es lo que hemos pedido nosotras- gritaron todas las demás niñas.
-Po no ceñoras, yo he pedido que me adopten a mí sola no a todas- respondió la pequeña mirando a todas las demás.
-Pero chica, no digas eso que todas las demás también se merecen que las adopten- regañó la maestra a la pequeña.
-Ezque zi laz adoptan también a ellaz con la mala zuerte que tengo ceguro que me toca una al lado de mi casa, que yo ya quiero perderlaz de vizta- refunfuñó.
Ya era la hora de cenar y todas las niñas y las maestras se pusieron a comer esperando el día de mañana que ya era navidad. Cuando terminaron de cenar se fueron a dormir y ninguna podía dormir porque mañana se cumpliría el regalo que pidieron. A la mañana siguiente quando se despertaron pegaron al timbre, abrió la profesora y vio que era una familia que venía a adoptar.
-Niñas, vestíos, rápido, que aquí hay una familia que viene a adoptar- dijo la profesora entusiasmada.
-Sí, sí, ya vamos, corred chicas- nerviosamente dijo una de las niñas.
Cuando todas las niñas se pusieron en el salón entró la familia y estuvo hablando con cada niña para ver a quién se llevaban para adoptarla.
-Así que te gustan las flores y a ti te gusta la moda- dijo la mujer de la familia.
-¿Con quién se quedará?- pensó la maestra.
-Me quedo con las dos- respondió el padre de la familia.
Al cabo de unos segundos llegó otra familia y luego otra y así sucesivamente hasta que no quedó ninguna niña, solo la pequeña.
-Ahora cerá mi turno ¿verdad?, venga ¿por qué no viene nadie a adoptarme?- dijo muy preocupada la pequeña.
-Cielos, ya no va a venir nadie- respondió la maestra.
-Ezo cignifica que nadie me va a adoptar- farfulleó la pequeña.
-Pequeña, eso no significa nada de lo que tú has dicho, a lo mejor viene alguien mañana y te adopta- reanimó la maestra a la pequeña.
Justo cuando iban a dormir pegó alguien al timbre. La maestra abrió y vio a una anciana con gafitas y una manta roja y blanca con un Papá Noel por detrás.
-Feliz navidad. He oído por ahí que nadie ha adoptado a una pequeñita niña, pues aquí está su buena pero vieja y nueva mamá.
La niña se puso muy contenta y la maestra también. Entonces la anciana y la pequeña, que su nueva madre le llamaba Ricitos por sus largos y rizados cabellos, vivieron para siempre muy juntas y aunque la anciana era muy vieja para ser la madre de un niña tan pequeña, se lo pasaron muy bien juntas y nunca se separaban la una de la otra.
Esta es la historia de unas niñas que vivían en un orfanato y llegaba la navidad. Ese día todas las niñas pedirían el mismo deseo: que era ser adoptadas. Una de las maestras que les daba clases a las niñas les preguntó:
-Niñas, ya mismo es navidad ¿Qué regalos vais a pedir?- preguntó
la maestra.
Las niñas a la vez dijeron:
-Una, dos y tres ¡Que nos adopten!- respondieron todas las niñas muy contentas.
-¿A todas? Eso va a ser muy difícil- dijo la maestra.
La niña más pequeña del orfanato, que tenía cinco años, dijo:
-No lez quitez la ilución. Y ademáz yo he pedido otra coza - dijo la pequeña enfadada.
-¿Ah sí?, a ver, dime lo que quieres tú- dijo la maestra mirando fijamente a la pequeña.
-Puez yo quiero que me adopten- respondió la pequeña muy enterada.
-Pero si eso es lo que hemos pedido nosotras- gritaron todas las demás niñas.
-Po no ceñoras, yo he pedido que me adopten a mí sola no a todas- respondió la pequeña mirando a todas las demás.
-Pero chica, no digas eso que todas las demás también se merecen que las adopten- regañó la maestra a la pequeña.
-Ezque zi laz adoptan también a ellaz con la mala zuerte que tengo ceguro que me toca una al lado de mi casa, que yo ya quiero perderlaz de vizta- refunfuñó.
Ya era la hora de cenar y todas las niñas y las maestras se pusieron a comer esperando el día de mañana que ya era navidad. Cuando terminaron de cenar se fueron a dormir y ninguna podía dormir porque mañana se cumpliría el regalo que pidieron. A la mañana siguiente quando se despertaron pegaron al timbre, abrió la profesora y vio que era una familia que venía a adoptar.
-Niñas, vestíos, rápido, que aquí hay una familia que viene a adoptar- dijo la profesora entusiasmada.
-Sí, sí, ya vamos, corred chicas- nerviosamente dijo una de las niñas.
Cuando todas las niñas se pusieron en el salón entró la familia y estuvo hablando con cada niña para ver a quién se llevaban para adoptarla.
-Así que te gustan las flores y a ti te gusta la moda- dijo la mujer de la familia.
-¿Con quién se quedará?- pensó la maestra.
-Me quedo con las dos- respondió el padre de la familia.
Al cabo de unos segundos llegó otra familia y luego otra y así sucesivamente hasta que no quedó ninguna niña, solo la pequeña.
-Ahora cerá mi turno ¿verdad?, venga ¿por qué no viene nadie a adoptarme?- dijo muy preocupada la pequeña.
-Cielos, ya no va a venir nadie- respondió la maestra.
-Ezo cignifica que nadie me va a adoptar- farfulleó la pequeña.
-Pequeña, eso no significa nada de lo que tú has dicho, a lo mejor viene alguien mañana y te adopta- reanimó la maestra a la pequeña.
Justo cuando iban a dormir pegó alguien al timbre. La maestra abrió y vio a una anciana con gafitas y una manta roja y blanca con un Papá Noel por detrás.
-Feliz navidad. He oído por ahí que nadie ha adoptado a una pequeñita niña, pues aquí está su buena pero vieja y nueva mamá.
La niña se puso muy contenta y la maestra también. Entonces la anciana y la pequeña, que su nueva madre le llamaba Ricitos por sus largos y rizados cabellos, vivieron para siempre muy juntas y aunque la anciana era muy vieja para ser la madre de un niña tan pequeña, se lo pasaron muy bien juntas y nunca se separaban la una de la otra.
La Navidad
Autor: Adrián Soto Medina
Era una vez un niño que se portaba muy bien, siempre era bueno.
La noche de Papá Noel se pidió un libro y le trajeron unos... cascos para escuchar música.
Cuando llegó la mañana, vio que no le habían traído lo que quería y se enfadó mucho. Estuvo días y días mosqueado.
Para la noche de los Reyes Magos se pidió muchas cosas y muy caras: Un móvil, una televisión, un ordenador, la equipación del Málaga de la Champions...
Y no le trajeron nada más que carbón y más carbón.
Lo peor era que el carbón no era comestible. Entonces estaba tan enfadado que todos los años se portaba mal por culpa de la navidad.
“ No todos se mosquean por la navidad, sino que se alegran ”
Lo que pasa es que este niño tiene mala suerte.
Era una vez un niño que se portaba muy bien, siempre era bueno.
La noche de Papá Noel se pidió un libro y le trajeron unos... cascos para escuchar música.
Cuando llegó la mañana, vio que no le habían traído lo que quería y se enfadó mucho. Estuvo días y días mosqueado.
Para la noche de los Reyes Magos se pidió muchas cosas y muy caras: Un móvil, una televisión, un ordenador, la equipación del Málaga de la Champions...
Y no le trajeron nada más que carbón y más carbón.
Lo peor era que el carbón no era comestible. Entonces estaba tan enfadado que todos los años se portaba mal por culpa de la navidad.
“ No todos se mosquean por la navidad, sino que se alegran ”
Lo que pasa es que este niño tiene mala suerte.
El décimo más deseado
Autora: Marta Castillo Rueda
Esta historia es de hace muchísimos años. Era de una familia pobre que vivía en la calle. Era formada por una madre, un padre y su hijo. Llegaba la navidad y no tenían nada, todos los días intentaban tener guardados 10 euros y tenían que sobrevivir.
Un día antes del sorteo, estaban muy desilusionados porque no habían ahorrado nada. Un hombre que pasaba por allí, muy elegante y con ropa de firma, les miró con cara de pena y les dió 50 euros. Le dieron mil gracias, pero ellos lo que querían es que les tocase la lotería. Ya lo podían comprar pero claro, no estaban seguro de que le tocasen. El hombre que le dió los 50 euros, les regaló una caja roja. Ahí dentro había un papelito que era idéntico a un décimo. ¡Era un décimo! El número era el 81.918. No podían estar más contentos. El hombre les dijo que se lo guardaran muy bien porque ese número iba a tocar.
Al día siguiente, cuando era el sorteo, cantaron ese número y les tocó 4 millones de euros. Con ese dinero se compraron una casa, ropa, comida, al niño que iba a cumplir los tres años lo apuntaron a un colegio y encontraro trabajo y vivieron muy bien.
Esta historia es de hace muchísimos años. Era de una familia pobre que vivía en la calle. Era formada por una madre, un padre y su hijo. Llegaba la navidad y no tenían nada, todos los días intentaban tener guardados 10 euros y tenían que sobrevivir.
Un día antes del sorteo, estaban muy desilusionados porque no habían ahorrado nada. Un hombre que pasaba por allí, muy elegante y con ropa de firma, les miró con cara de pena y les dió 50 euros. Le dieron mil gracias, pero ellos lo que querían es que les tocase la lotería. Ya lo podían comprar pero claro, no estaban seguro de que le tocasen. El hombre que le dió los 50 euros, les regaló una caja roja. Ahí dentro había un papelito que era idéntico a un décimo. ¡Era un décimo! El número era el 81.918. No podían estar más contentos. El hombre les dijo que se lo guardaran muy bien porque ese número iba a tocar.
Al día siguiente, cuando era el sorteo, cantaron ese número y les tocó 4 millones de euros. Con ese dinero se compraron una casa, ropa, comida, al niño que iba a cumplir los tres años lo apuntaron a un colegio y encontraro trabajo y vivieron muy bien.
martes, 18 de diciembre de 2012
La Navidad
Autor: Antonio Sepúlveda Zorrilla
Había una vez una niña que no creía en la magia de la navidad. Un día tras otro le decía a sus amigos:
-¡Qué ilusos sois, creéis en una cosa fantástica!
Todos los años se enfadaba al ver a todos sus amigos con juguetes. Así que un día la invitaron a quedarse a dormir en casa de su amiga el día 25 de diciembre.
-Voy a quedarme despierta para poder ver- pensó la niña.
Así lo hizo, pero poco a poco se fue quedando dormida. Al día siguiente se despertó y se enfadó mucho.
-¡Maldita sea! Me he quedado frita- gritó la niña.
Al año siguiente se quedó despierta toda la noche y descubrió a Papá Noel, le siguió y este le condujo a su guarida.
-¿Quién eres?- preguntó la niña.
-El mágico hombre al que tú no crees.
-Pe... pe... pero, eso es imposible- dijo la niña tartamudeando.
-Sé buena y déjame en paz.
-Va... vale
Cada vez que Papá Noel hablaba sonaba unas campanas. A la niña le sorprendió ya que no estaba acostumbrada a esos maravillosos sonidos. La niña a partir de ese día creyó en la Navidad y su magia.
Había una vez una niña que no creía en la magia de la navidad. Un día tras otro le decía a sus amigos:
-¡Qué ilusos sois, creéis en una cosa fantástica!
Todos los años se enfadaba al ver a todos sus amigos con juguetes. Así que un día la invitaron a quedarse a dormir en casa de su amiga el día 25 de diciembre.
-Voy a quedarme despierta para poder ver- pensó la niña.
Así lo hizo, pero poco a poco se fue quedando dormida. Al día siguiente se despertó y se enfadó mucho.
-¡Maldita sea! Me he quedado frita- gritó la niña.
Al año siguiente se quedó despierta toda la noche y descubrió a Papá Noel, le siguió y este le condujo a su guarida.
-¿Quién eres?- preguntó la niña.
-El mágico hombre al que tú no crees.
-Pe... pe... pero, eso es imposible- dijo la niña tartamudeando.
-Sé buena y déjame en paz.
-Va... vale
Cada vez que Papá Noel hablaba sonaba unas campanas. A la niña le sorprendió ya que no estaba acostumbrada a esos maravillosos sonidos. La niña a partir de ese día creyó en la Navidad y su magia.
Santa Claus y sus renos
Autora: Lucía Díaz Pérez
-Bien, renos, ya va siendo hora de ponernos en marcha, se acerca el gran día y tenemos que practicar un poco si no queremos que halla problemas- opiné yo, Santa Claus.
En ese momento, Trueno, Relámpago, Juguetón, Cupido, Cometa, Alegre, Bailarín, Saltarín y Rudolph (mis fieles renos) empezaron a caminar elegantemente hacia el exterior.
En el momento en el que la pezuña del primer reno tocó la fría nieve pegó un salto hacia atrás empujando al resto también, pero claro, sin que hubiera ninguna lesión por suerte.
-¡Vega chicos! No me vengáis ahora con que tenéis frío. Tened en cuenta que estaremos en lugares posiblemente más fríos, tenéis que acostumbraros. Mirad, si queréis me quito ahora mismo mis botas rojas y me quedo descalzo para sufrir con vosotros.
¡Ahora que lo pienso fue una mala idea! Nada más que un solo dedo de mi pie tocó el frío suelo, sentí un escalofrío que me recorrió todo el cuerpo.
Así que decidí que debería hacer algo para que yo no me congelara de frío y mis renos tampoco.
-¡Ya lo tengo, ya sé lo que haremos!- grité yo entusiasmado mientras me ponía mi bota roja e iba corriendo hacia el interior de la casa en el que estaba mi mujer a la que todos llamaban Mamá Noel- ¡Cariño, necesito tu ayuda urgentemente! Los renos no quieren salir fuera porque tienen mucho frío en las pezuñas, así que he pensado que si los renos tuvieran una especie de calcetines...-le dije dulcemente a mi esposa mirándole con la cara que ponen los niños cuando quieren algo muy importante.
-Y a ver si adivino, quieres que yo les teja los calcetines a tus renos, ¿cierto?- dijo ella con una sonrisa en la cara.
-Sí por favor, necesitamos... a ver, nueve por cuatro treinta y...
-Treinta y seis- dijo mi mujer entre risas.
-Claro, claro, si yo ya lo sabía- dije yo intentando disimular.
Después, le di un beso en la mejilla y me dirigí a los establos donde los renos se habían vuelto a tumbar entre la paja.
-¡Arriba gandules!- grité yo enojado al comprobar que los renos voladores no estaban por la labor de trabajar.
En ese momento, todos dieron un brinco despertándose de nuevo.
Un ratito después, llegó mi mujer con los treinta y seis calcetines.
-Bueno, aquí los tenéis y para que no os confundáis de calcetines...- dijo con un aire de misterio- he hecho cada par de calcetines de un color y un estampado distinto, uno para cada reno.
A mi queridos renos pareció entusiasmarles la idea así que, olvidando el frío y sueño que tenían, se acercaron a mi mujer y ella muy feliz le dio a cada reno un par de calcetines.
Yo observaba cómo mi mujer y los renos disfrutaban repartiendo o recogiendo los calcetines, cosa que me provocó una alegría inmensa puesto que los renos y mi mujer no se llevaban muy bien.
-Hala, ya está, cada uno tiene un par de calcetines- luego se dirigió a mi y me dio un besito en la nariz colorada.
-Estupendo, ya podemos empezar a practicar- dije yo feliz a los renos.
Ellos me miraron y empezaron a correr derechitos al trineo para ponerse cada uno en su sitio y empezar las prácticas.
En el aire hicimos piruetas, remolinos... La verdad es que en los entrenamientos nos lo pasamos de maravilla.
-¡Muy bien, chicos! Ahora nos toca practicar la velocidad Papá Noel.
Por desgracia, eso no salió tan bien como esperaba. Uno de los renos estaba despistado y no me escuchó así que no lo hizo y me caí del trineo cuando los demás lo intentaron hacer y ese reno no lo pudo..
Cuando los renos se dieron cuenta de que yo no estaba, se pusieron como locos a buscarme hasta que uno de ellos gritó:
-¡Ahí abajo, chicos, Santa está ahí abajo, en la nieve!
Todos los demás se giraron y vieron que era cierto así que todos bajaron, se desataron del trineo y vinieron a ver si estaba muerto o si seguía con vida.
Por suerte seguía vivo, pero no estaba en condiciones de poder llevar los regalos a los niños la noche de Nochebuena.
Mi mujer miró a través de la ventana y se dio cuenta de que yo estaba tirado en el suelo, así que salió espetada de la casa y se acercó a mi.
Entre todos me metieron en casa y me tumbaron en la cama para que pudiera descansar, luego encendieron la estufa y cuando me desperté me vi rodeado de renos observándome, así que me pegué un buen susto.
-Tranquilo, no pasa nada- me tranquilizó Mamá Noel.
Al darme cuenta de que eran mis renos me quedé más tranquilo, después, cuando ya estaba más recuperado, me contaron lo ocurrido.
Los renos se sentían fatal por lo que había pasado, especialmente el autor del desastre, Rudolph.
-No te preocupes, no es culpa tuya, Rudolph- pronuncié yo con la intención de consolarle.
-¡Sí que es culpa mía! No sabes cuánto lo siento, si hubiera estado más atento, todo hubiera salido bien, y no que ahora la Navidad está en peligro.
-¡Rudolph! Un poco de seriedad, sé fuerte. Si quieres arreglar lo que has causado, necesitarás ir a buscar a mi hermano, Hermano Noel, al Valle de las Nieves. Cuando le encuentres tendrás que decirle que la Navidad depende de él y que Santa Claus necesita su ayuda.
-Rudolph, no irás solo, hemos decidido que iremos contigo- dijo seriamente Relámpago, el reno mayor.
Rudolph, orgulloso de los buenos amigos que tenía, asintió con la cabeza en señal de agradecimiento.
Todavía no era ni siquiera la hora de comer, así que tenían tiempo de prepararse para el viaje. Les preparé un mapa para llegar a la casa de mi hermano por el camino más corto.
-Muchas gracias, Santa Claus, discúlpame de nuevo- dijo Rudolph que seguía sintiéndose culpable.
-No tienes por qué darlas, ni las gracias ni las disculpas.
A la hora de comer ya estaban todos preparados para partir hacia le Valle de las Nieves. Si te soy sincero no estaba muy preocupado ya que quedaba una semana para el gran día y para llegar a casa de mi hermano había dos días de ida y otros dos de vuelta.
-¿Tu crees que tendremos tiempo suficiente para todo?- dijo Mamá Noel un poco preocupada.
-¡Por supuesto que sí! Todo saldrá a pedir de boca, cariño- dije yo- además, mis renos nunca me han fallado, y hoy no será el día que lo hagan, puedo asegurártelo.
Mientras se establecía esta conversación los renos volaban en dirección al Valle de las Nieves.
Dos días después los renos llegaban al Valle, pero por desgracia, en la puerta de la casa de mi hermano había nueve lobos rodeando a mi hermano, así que los renos se pensaron que estaban atacándole.
-¡Hermano Noel! Los lobos le están atacando- gritaron los renos al unísono.
-¿Quienes sois vosotros?- dijo mi hermano indiferente.
-Somos el Escuadrón Volador de Santa Claus.
-¡Anda, mira qué bien! Los renos de mi hermano el perfecto ¿no?
Trueno, Relámpago, Juguetón, Cupido, Cometa, Alegre, Bailarín, Saltarín y Rudolph se miraron con cara de extrañados.
-No te entendemos, deberías estar orgulloso de tu hermano en vez de tenerle envidia.
-¡¿Cómooo?! ¡¿Me estáis diciendo que no debería tenerle envidia a mi hermano?! Toda mi vida me he preparado para ser el sucesor de mi padre ¿y mi hermano qué ha hecho para conseguirlo? ¡NADA! Solamente llegó y cuando mi padre estaba a punto de morir anunció a su sucesor. Me tiré toda la vida preparándome y esperaba ser yo el elegido así que cuando nombró a mi hermano juré vengarme de él, pero lógicamente siempre se ha creído que me llevo de maravilla con él, por lo que no sabe que llevo todos estos años pensando en la manera de acabar con mi “queridísimo” hermano.
Los renos se miraron asombrados.
-Bien, entonces, queridos renos de Santa Claus, ¿para qué se supone que estáis aquí?- preguntó mi hermano con aire indiferente.
-¡Para nada! No te preocupes, seguro que la Navidad se salva sola y que Santa Claus estará recuperado de su accidente antes de tener que repartir los regalos- dijeron los renos al unísono, pero cuando se dieron cuenta de lo que habían dicho, ya era demasiado tarde. A Hermano Noel se le abrieron los ojos como platos y empezó a reir maléficamente.
-Así que mi hermano necesita mi ayuda, ¿no? ¡Pues yo le ayudaré, en marcha lobos, llevadme hasta la casa de Santa Claus!
Nada más acabar la frase los renos salieron volando a velocidad Papá Noel y consiguieron despistar a lo lobos.
Normalmente por el camino corto a paso ligero se tardan dos días, pero a la velocidad a la que iban los renos, tardaron dos horas nada más.
-¡SANTA CLAUS! ¡SANTA CLAUS!- repetían los renos una y otra vez.
-¿Qué pasa, ya habéis traído a Hermano Noel?- pregunté yo un poco intrigado al ver que venían solos.
-Por suerte para ti, no lo hemos traído.
Yo miré a mi renos con cara de extrañado y les pedí amablemente que me contaran qué era lo que había pasado.
-¡¿QUE MI HERMANO QUÉ?!- eso fue lo único que llegué a decir, el resto de palabras no me salían por el asombro. La verdad era que no me podía creer lo que oían mis oídos.
Todos estábamos nerviosísimos, especialmente Mamá Noel y yo que no dábamos crédito a lo que oíamos.
Sabíamos que mi hermano tardaría dos días en llegar así que tuvimos tiempo de preparar una estrategia para que no entrasen en la guarida.
En solamente tres horas, nos dio tiempo a construir un laberinto enorme que solo nosotros sabíamos atravesar, y por suerte, no había otra entrada.
Cuando mi hermano llegó no es que lo hiciera con una entrada muy silenciosa que digamos, sino al revés, parecía que intentaba formar el mayor escándalo posible.
Pasaron los días y me recuperé justo el día antes de Nochebuena, así que pude repartir todos los regalos a tiempo sin ninguna molestia puesto que mi hermano seguía atrapado en el laberinto.
Cuando volvimos a La Guarida, todo seguía como estaba, lo que pasa, es que no sabríamos durante cuánto tiempo. Pero eso, es otra historia.
-Bien, renos, ya va siendo hora de ponernos en marcha, se acerca el gran día y tenemos que practicar un poco si no queremos que halla problemas- opiné yo, Santa Claus.
En ese momento, Trueno, Relámpago, Juguetón, Cupido, Cometa, Alegre, Bailarín, Saltarín y Rudolph (mis fieles renos) empezaron a caminar elegantemente hacia el exterior.
En el momento en el que la pezuña del primer reno tocó la fría nieve pegó un salto hacia atrás empujando al resto también, pero claro, sin que hubiera ninguna lesión por suerte.
-¡Vega chicos! No me vengáis ahora con que tenéis frío. Tened en cuenta que estaremos en lugares posiblemente más fríos, tenéis que acostumbraros. Mirad, si queréis me quito ahora mismo mis botas rojas y me quedo descalzo para sufrir con vosotros.
¡Ahora que lo pienso fue una mala idea! Nada más que un solo dedo de mi pie tocó el frío suelo, sentí un escalofrío que me recorrió todo el cuerpo.
Así que decidí que debería hacer algo para que yo no me congelara de frío y mis renos tampoco.
-¡Ya lo tengo, ya sé lo que haremos!- grité yo entusiasmado mientras me ponía mi bota roja e iba corriendo hacia el interior de la casa en el que estaba mi mujer a la que todos llamaban Mamá Noel- ¡Cariño, necesito tu ayuda urgentemente! Los renos no quieren salir fuera porque tienen mucho frío en las pezuñas, así que he pensado que si los renos tuvieran una especie de calcetines...-le dije dulcemente a mi esposa mirándole con la cara que ponen los niños cuando quieren algo muy importante.
-Y a ver si adivino, quieres que yo les teja los calcetines a tus renos, ¿cierto?- dijo ella con una sonrisa en la cara.
-Sí por favor, necesitamos... a ver, nueve por cuatro treinta y...
-Treinta y seis- dijo mi mujer entre risas.
-Claro, claro, si yo ya lo sabía- dije yo intentando disimular.
Después, le di un beso en la mejilla y me dirigí a los establos donde los renos se habían vuelto a tumbar entre la paja.
-¡Arriba gandules!- grité yo enojado al comprobar que los renos voladores no estaban por la labor de trabajar.
En ese momento, todos dieron un brinco despertándose de nuevo.
Un ratito después, llegó mi mujer con los treinta y seis calcetines.
-Bueno, aquí los tenéis y para que no os confundáis de calcetines...- dijo con un aire de misterio- he hecho cada par de calcetines de un color y un estampado distinto, uno para cada reno.
A mi queridos renos pareció entusiasmarles la idea así que, olvidando el frío y sueño que tenían, se acercaron a mi mujer y ella muy feliz le dio a cada reno un par de calcetines.
Yo observaba cómo mi mujer y los renos disfrutaban repartiendo o recogiendo los calcetines, cosa que me provocó una alegría inmensa puesto que los renos y mi mujer no se llevaban muy bien.
-Hala, ya está, cada uno tiene un par de calcetines- luego se dirigió a mi y me dio un besito en la nariz colorada.
-Estupendo, ya podemos empezar a practicar- dije yo feliz a los renos.
Ellos me miraron y empezaron a correr derechitos al trineo para ponerse cada uno en su sitio y empezar las prácticas.
En el aire hicimos piruetas, remolinos... La verdad es que en los entrenamientos nos lo pasamos de maravilla.
-¡Muy bien, chicos! Ahora nos toca practicar la velocidad Papá Noel.
Por desgracia, eso no salió tan bien como esperaba. Uno de los renos estaba despistado y no me escuchó así que no lo hizo y me caí del trineo cuando los demás lo intentaron hacer y ese reno no lo pudo..
Cuando los renos se dieron cuenta de que yo no estaba, se pusieron como locos a buscarme hasta que uno de ellos gritó:
-¡Ahí abajo, chicos, Santa está ahí abajo, en la nieve!
Todos los demás se giraron y vieron que era cierto así que todos bajaron, se desataron del trineo y vinieron a ver si estaba muerto o si seguía con vida.
Por suerte seguía vivo, pero no estaba en condiciones de poder llevar los regalos a los niños la noche de Nochebuena.
Mi mujer miró a través de la ventana y se dio cuenta de que yo estaba tirado en el suelo, así que salió espetada de la casa y se acercó a mi.
Entre todos me metieron en casa y me tumbaron en la cama para que pudiera descansar, luego encendieron la estufa y cuando me desperté me vi rodeado de renos observándome, así que me pegué un buen susto.
-Tranquilo, no pasa nada- me tranquilizó Mamá Noel.
Al darme cuenta de que eran mis renos me quedé más tranquilo, después, cuando ya estaba más recuperado, me contaron lo ocurrido.
Los renos se sentían fatal por lo que había pasado, especialmente el autor del desastre, Rudolph.
-No te preocupes, no es culpa tuya, Rudolph- pronuncié yo con la intención de consolarle.
-¡Sí que es culpa mía! No sabes cuánto lo siento, si hubiera estado más atento, todo hubiera salido bien, y no que ahora la Navidad está en peligro.
-¡Rudolph! Un poco de seriedad, sé fuerte. Si quieres arreglar lo que has causado, necesitarás ir a buscar a mi hermano, Hermano Noel, al Valle de las Nieves. Cuando le encuentres tendrás que decirle que la Navidad depende de él y que Santa Claus necesita su ayuda.
-Rudolph, no irás solo, hemos decidido que iremos contigo- dijo seriamente Relámpago, el reno mayor.
Rudolph, orgulloso de los buenos amigos que tenía, asintió con la cabeza en señal de agradecimiento.
Todavía no era ni siquiera la hora de comer, así que tenían tiempo de prepararse para el viaje. Les preparé un mapa para llegar a la casa de mi hermano por el camino más corto.
-Muchas gracias, Santa Claus, discúlpame de nuevo- dijo Rudolph que seguía sintiéndose culpable.
-No tienes por qué darlas, ni las gracias ni las disculpas.
A la hora de comer ya estaban todos preparados para partir hacia le Valle de las Nieves. Si te soy sincero no estaba muy preocupado ya que quedaba una semana para el gran día y para llegar a casa de mi hermano había dos días de ida y otros dos de vuelta.
-¿Tu crees que tendremos tiempo suficiente para todo?- dijo Mamá Noel un poco preocupada.
-¡Por supuesto que sí! Todo saldrá a pedir de boca, cariño- dije yo- además, mis renos nunca me han fallado, y hoy no será el día que lo hagan, puedo asegurártelo.
Mientras se establecía esta conversación los renos volaban en dirección al Valle de las Nieves.
Dos días después los renos llegaban al Valle, pero por desgracia, en la puerta de la casa de mi hermano había nueve lobos rodeando a mi hermano, así que los renos se pensaron que estaban atacándole.
-¡Hermano Noel! Los lobos le están atacando- gritaron los renos al unísono.
-¿Quienes sois vosotros?- dijo mi hermano indiferente.
-Somos el Escuadrón Volador de Santa Claus.
-¡Anda, mira qué bien! Los renos de mi hermano el perfecto ¿no?
Trueno, Relámpago, Juguetón, Cupido, Cometa, Alegre, Bailarín, Saltarín y Rudolph se miraron con cara de extrañados.
-No te entendemos, deberías estar orgulloso de tu hermano en vez de tenerle envidia.
-¡¿Cómooo?! ¡¿Me estáis diciendo que no debería tenerle envidia a mi hermano?! Toda mi vida me he preparado para ser el sucesor de mi padre ¿y mi hermano qué ha hecho para conseguirlo? ¡NADA! Solamente llegó y cuando mi padre estaba a punto de morir anunció a su sucesor. Me tiré toda la vida preparándome y esperaba ser yo el elegido así que cuando nombró a mi hermano juré vengarme de él, pero lógicamente siempre se ha creído que me llevo de maravilla con él, por lo que no sabe que llevo todos estos años pensando en la manera de acabar con mi “queridísimo” hermano.
Los renos se miraron asombrados.
-Bien, entonces, queridos renos de Santa Claus, ¿para qué se supone que estáis aquí?- preguntó mi hermano con aire indiferente.
-¡Para nada! No te preocupes, seguro que la Navidad se salva sola y que Santa Claus estará recuperado de su accidente antes de tener que repartir los regalos- dijeron los renos al unísono, pero cuando se dieron cuenta de lo que habían dicho, ya era demasiado tarde. A Hermano Noel se le abrieron los ojos como platos y empezó a reir maléficamente.
-Así que mi hermano necesita mi ayuda, ¿no? ¡Pues yo le ayudaré, en marcha lobos, llevadme hasta la casa de Santa Claus!
Nada más acabar la frase los renos salieron volando a velocidad Papá Noel y consiguieron despistar a lo lobos.
Normalmente por el camino corto a paso ligero se tardan dos días, pero a la velocidad a la que iban los renos, tardaron dos horas nada más.
-¡SANTA CLAUS! ¡SANTA CLAUS!- repetían los renos una y otra vez.
-¿Qué pasa, ya habéis traído a Hermano Noel?- pregunté yo un poco intrigado al ver que venían solos.
-Por suerte para ti, no lo hemos traído.
Yo miré a mi renos con cara de extrañado y les pedí amablemente que me contaran qué era lo que había pasado.
-¡¿QUE MI HERMANO QUÉ?!- eso fue lo único que llegué a decir, el resto de palabras no me salían por el asombro. La verdad era que no me podía creer lo que oían mis oídos.
Todos estábamos nerviosísimos, especialmente Mamá Noel y yo que no dábamos crédito a lo que oíamos.
Sabíamos que mi hermano tardaría dos días en llegar así que tuvimos tiempo de preparar una estrategia para que no entrasen en la guarida.
En solamente tres horas, nos dio tiempo a construir un laberinto enorme que solo nosotros sabíamos atravesar, y por suerte, no había otra entrada.
Cuando mi hermano llegó no es que lo hiciera con una entrada muy silenciosa que digamos, sino al revés, parecía que intentaba formar el mayor escándalo posible.
Pasaron los días y me recuperé justo el día antes de Nochebuena, así que pude repartir todos los regalos a tiempo sin ninguna molestia puesto que mi hermano seguía atrapado en el laberinto.
Cuando volvimos a La Guarida, todo seguía como estaba, lo que pasa, es que no sabríamos durante cuánto tiempo. Pero eso, es otra historia.
Historia de Navidad
Autor: Marina Testa Moreno
Había una vez un hombre al que le encantaba viajar. Un dí el jefe de su trabajo le mandó a trabajar a una ciudad desconocida, que no aparecía en el mapa.
Él por una parte se puso muy contento porque le encantaba viajar y por otra parte triste porque tenía que dejar a su familia por un tiempo, pero qué le vamos a hacer, fue de todos modos.
Cuando llegó se alojó en una casa que le había alquilado su jefe.
Al día siguiente era Navidad y se puso manos a la obra, puso el árbol de Navidad y el belén en menos de media hora.
El día de Navidad salió a la calle disfrazado, vendiendo bombones y turrón y a la vez gritando:
-¡Feliz Navidad!, ¡Feliz Navidad!
Todos los ciudadanos de esa ciudad le miraban como diciedo:
“¿Pero qué dice?, ¿qué es eso de la Navidad?, ¿está loco?”
Entonces fue cuando comprendió que esa ciudad nunca había celebrado la Navidad, ni sabían lo que era.
Con un megáfono en medio de la plaza más popular se puso a explicar lo que era la Navidad y lo que se hacía y lo que se comía en esa fecha. A los ciudadanos les gustó mucho la idea, sobre todo por lo que se comía. Entonces se apuntaron y lo pasaron mejor que en toda su vida.
Desde entonces no existe ninguna ciudad que no celebre la Navidad, ni siquiera una que no aparezca en el mapa.
Había una vez un hombre al que le encantaba viajar. Un dí el jefe de su trabajo le mandó a trabajar a una ciudad desconocida, que no aparecía en el mapa.
Él por una parte se puso muy contento porque le encantaba viajar y por otra parte triste porque tenía que dejar a su familia por un tiempo, pero qué le vamos a hacer, fue de todos modos.
Cuando llegó se alojó en una casa que le había alquilado su jefe.
Al día siguiente era Navidad y se puso manos a la obra, puso el árbol de Navidad y el belén en menos de media hora.
El día de Navidad salió a la calle disfrazado, vendiendo bombones y turrón y a la vez gritando:
-¡Feliz Navidad!, ¡Feliz Navidad!
Todos los ciudadanos de esa ciudad le miraban como diciedo:
“¿Pero qué dice?, ¿qué es eso de la Navidad?, ¿está loco?”
Entonces fue cuando comprendió que esa ciudad nunca había celebrado la Navidad, ni sabían lo que era.
Con un megáfono en medio de la plaza más popular se puso a explicar lo que era la Navidad y lo que se hacía y lo que se comía en esa fecha. A los ciudadanos les gustó mucho la idea, sobre todo por lo que se comía. Entonces se apuntaron y lo pasaron mejor que en toda su vida.
Desde entonces no existe ninguna ciudad que no celebre la Navidad, ni siquiera una que no aparezca en el mapa.
lunes, 17 de diciembre de 2012
El Gordo
NARRADORA: Esta es la historia de Conchita. Una mujer como cualquier otra, que tiene sus preocupaciones como cualquier otra (la mujer va de un lado a otro preocupada), sus alegrías (la mjer ríe como una loca), que se cansa (la mujer se sienta y se duerme) y se duerme como cualquier otra, que ronca (se oyen ronquidos)…..como cualquier otra.
Y sueña. Veamos lo que sueña.
NIÑOS DE LA LOTERÍA: (imitando a los niños de la lotería de Navidad)
1- 12.651
2- Mil euros
1- 55804
2- Mil euros
1- 88.975
2- Mil euros
1- 33.618
2- Tres millones de euros
1- 33.618
2- Tres millones de euros
(Suena muy fuete una sirena y se despierta)
MUJER: Uy, me he quedado frita. Y he soñado y todo. Estaba soñando….¿con qué estaba soñando? Era bonito. A ver si me acuerdo…..Nada, no me acuerdo. (tararea el sonido de los niños cantando los números). Ah, sí, con la lotería (sigue tarareando) Tres millones de euros. ¡El gordo, he soñado con el gordo! ¡Y mañana (o pasado mañana, según el día de la representación) es el sorteo! Mira que si toca ese número. No me extrañaría porque dicen mis vecinas que soy un poco adivina, je je je. Mmmm ¿Pero qué número era.? (hece esfuerzos por recordar) Nada, imposible. Ya sé, me voy a dormir otra vez a ver si lo vuelvo a soñar.
(Se sienta y se duerme, vuelve a roncar)
DOCTOR: (con acento alemán) Hola, soy el doctor Rasmussen de la universidad de Viena y me he entrometido en tu sueño para decirte que no se puede volver a un sueño anterior puesto que el inconsciente es incontrolable y……
MUJER: Cállate ya, gafe. Y vete de una vez. (ronca)
HIJO 1: Hola mamá. Queremos decirte que estaban muy buenas las natillas que nos preparaste ayer. (Mirando para todos lados) Uy, qué raro es esto ¿no?
HIJO 2: (con voz de niño chico) Clado, como que es el cedebdo.
HIJO 1:¿El celebro? ¿Y qué celebra? ¿Es hoy su cumpleaños?
HIJO 2: Ce-de-bdo, no celebdo. Con ede de Damón.
HIJO 1: Calla, y a ver cuándo aprendes a hablar de una vez. Mmmm, cuántos números volando ¿esto qué es?
HIJO 2: Es que me padece que mamá está buscando un númedo. Mida, pod ahí viene el cuatdo.
(se agachan para que no les dé)
HIJO 1: Uy, casi. Cuidado, que viene el veinte.
HIJO 2: El veinte no lo he enseñado mi señodita aún.
HIJO 1: ¡¡¡¡Que viene el tres millones, vámooonooooos!!!!
(ronquidos)
VECINA 1: Hola vecina, nos hemos enterado de que buscas un número y hemos venido a ayudarte. ¿Tú habías estado antes en un sueño?
VECINA 2: Yo no,. Pero desde que vi Pesadilla en Elm Street tenía ganas
VECINA 1: Bueno, empezamos Ayer estaban los tomates a 1,50
VECINA 2: Qué barbaridad. Pues anda que las chirimoyas….¡a 3.80!
VECINA 1: Espera, que Conchita quiere algo (se acerca a la mujer dormida y vuelve) Que dice que números más altos.
VECINA 2:¿Y los aguacates? ¡A 500 euros el cuarto!
VECINA 1: No sé dónde vamos a llegar. Una docena de huevos 800 euros.
MUJER: Más altos, más (ronca)
VECINA 1: ¿Te acuerdas del café que nos tomamos ayer? 2.500 euros. Y no estaba bueno.
VECINA 2: Pues cuando iba para mi casa se me ocurrió comprarme una revista y…..8.000 euros.
VECINA 1: Y yo que llego a mi casa y mi hija me dice: mamá, mañana hay una excursión y el autobús vale 20.000 euros. Supera eso.
VECINA 2: Eso está hecho. Miro en el buzón y está la factura del móvil. Dos millones de euros.
VECINA 1: Hija, Conchita, tú serás muy buena amiga pero a mí con estos precios me están dando unos sudores fríos y unos mareos que pa qué, así que mejor nos vamos.
VECINA 2: Ya te digo, vaya a ser que al final no sea un sueño. Que por el camino que vamos no me extrañaría.
(se van, la mujer sigue roncando)
(se agita como en una pesadilla)
MUJER: No, no, vosotros no. Caca, caca.
(entran Freddy Krueger y un zombi, van de espaldas, se chocan y se asustan)
AMBOS: Ahhhh!!!
FREDDY: ¿Tú qué haces aquí? ¿Acaso te ha llamado?
ZOMBI: No, pero a tí tampoco. (con pena) Nadie invoca a los monstruos (hace pucheros)
FREDDY: Calla, los zombis no lloran. A mí no me ha llamado directamente. Pero ha nombrado a mi peli. Suficiente ¿no?
ZOMBI: Si tú lo dices.
FREDDY: Además las pesadillas son mi especialidad.
ZOMBI: Por cierto, ¿cuántas Pesadillas en Elm Street hay ya?
FREDDY: No sé, nueve o diez, no estoy seguro.
MUJER: Más altos, más altos.
FREDDY:¿Qué dice la señora?
ZOMBI: No sé. Siguiendo con el tema, pues de zombis hay miles.
MUJER: Concreta, concreta.
ZOMBI:¿Está loca?
FREDDY: Habrá miles, pero no os coméis a nadie. Así (imita ridiculizando el movimiento de los zombis). Es que sois lentísimos, no pilláis ni a un caracol. Estáis como atontaos. Sin embargo yo, chass (hace el gesto de arañar con la mano) y ale, otro pal bote. A cientos me he cepillao.
MUJER: Concreta, concreta.
FREDDY: Y dale con la señora.
ZOMBI: Hablando de croquetas, me está entrando un hambre… (se dirige a Freddy como para comérselo)
FREDDY:¿Qué quieres? ¿Comerme? Vete ya pallá …que te doy un …..
MUJER: El uno no.
FREDDY:¿Pero qué dice?
ZOMBI: Parece que está buscando números. ¿Le ayudamos?
FREDDY: Qué números ni qué niño muerto, ni que estuviéramos en matemáticas. Vamos a por ella Pero rapidito que si no nos dan las uvas.
(se dirigen hacia la mujer)
MUJER: (muy agitada) No, no, no. Fueraaaaaaa.
(los monstruos se van)
MUJER: (se depierta todavía agitada) ¡Fuera! ¿Estoy viva, no? ¿Me falta algo? (se mira por todas partes). Malditas pesadillas. Cada día tengo más. Y más tontas. El otro día soñé que me mataba La Bella Durmiente. Que para colmo es que está dormida y aunque quisiera no podría. (pensando) Dormida……¿para qué estaba yo dormida? Era para algo (se dirige al público) ¿Sabéis para qué estaba yo dormida?
Ah sí, para volver a soñar el gordo de la lotería. Pero de momento lo que se dice nada de nada. En fin, habrá que intentarlo otra vez. (se sienta) Ay, qué dura es la vida. (se duerme y ronca)
(entra el hado madrino, con gorro, varita y un papel en la mano)
HADO: Soy un hado madrino…..o padrino que ya no sé cómo se dice. Sí, sí, no os riáis. ¿Porque sea un hombre no voy a poder ser hado? ¿Acaso las mujeres no son …. bomberas? Pues eso. A ver, yo hubiera preferido ser otra cosa, no sé, cámara de televisión por ejemplo. Pero tal como están las cosas no está uno para elegir. Así que me apunté a esto y aquí estoy, con un contrato de un mes. Eso sí, se acaban las navidades y a tu casa a darte varazos en la cabeza. Ah no, que la varita la tengo que devolver.
Bueno a lo que íbamos. Conchita García, Conchita García (la busca en el papel) Aquí está. Pone que ha sido buena….y que se cumpla su deseo. Que es soñar con el gordo. Pues vaya deseo. Lo bueno es que te toque, pero soñar…. Claro, es que yo soy un hado de deseos de tercera categoría. Los deseos mayores todavía me vienen un poco grandes. A ver si para el día de los enamorados. Aunque algunos colegas me han comentado que para ese día algunos deseos no es que sean grandes, es que son imposibles.
Bueno, vamos con este:
Varita, varita
no me falles ahora
concédele el deseo
a esta señora.
(se dirige a los niños de la lotería y les toca con la varita. Se levantan)
NIÑOS DE LA LOTERÍA:
1- 33.618
2- Tres millones de euros
1- 33.618
2- Tres millones de euros
(se dirigen a Conchita y se lo dicen al oido. Se van)
MUJER: (cantando como los niños y muy nerviosa) 33618 tres millones de euros. El gordo, 33618, que no se me olvide, lo voy a apuntar (le pide a alguien un lápiz y un papel) Ya está. Estoy segura de que ese va a ser el gordo ¡Y lo he vuelto a soñar! Parece magia ¿no? Bueno, ahora hace falta que lo encuentre. Pff, qué difícil. Pero como lo encuentre me va a dar algo. Me voy corriendo a la calle. Buena suerte, Conchita.
GRAN HADA: Hado
HADO:¡Es mi jefa! ¿Sí, gran hada?
GRAN HADA:¿Hacemos la gracia completa?
HADO:¿A qué se refiere?
GRAN HADA: Pues a que hagamos que encuentre ese número ¿a qué va a ser?
HADO: Sí, estaría bien….pero ¿cómo?
GRAN HADA: Usa el poder de la varita. Si lo consigues te asciendo a hado de segunda categoría y además te prorrogo el contrato. Adiós.
HADO: Pero, pero…..jefa ¿estás ahí?
¿Qué hago? Que use el poder de la varita me ha dicho. Bien, voy a imaginarme que encuentro un décimo de lotería aquí dentro (mirando al cuaderno que lleva). Me concentro (se concentra y abre el cuaderno) Nada, así no. A ver si diciendo unas palabras mágicas.
Varita, varita
por lo que más quieras
haz que aparezca un décimo
en la cartera
(mira y hay dos décimos) ¡Tooooma! ¡Encima, dos! ¡Qué máquina, yo valgo para esto!
Bueno ¿y ahora qué hago?
GRAN HADA: Tendrás que salir a venderlos ¿no, hado?
HADO: Ah, claro, je je
¡El gordo, llevo el gordo! (se da cuenta de que va con el gorro y la varita) Uy, así no (se lo quita) El gordo, llevo el gordo, 33618, el gordo. Dos me quedan.
(aparece Conchita)
MUJER:¿Qué número lleva, buen hombre?
HADO: El 33618
MUJER: Ay, que me da algo ¿Usted es una persona normal de carne y hueso? (lo toca)
HADO: Pues claro, señora. No siga que me hace cosquillas.
MUJER: Déme un décimo…..y el otro se lo queda usted, hágame caso.
HADO: Yo no puedo, señora. Yo los vendo, no los compro.
MUJER: Bueno pues entonces déme los dos décimos (se los da) Y ahora yo le doy uno a usted.
HADO: Pero señora…..
MUJER: Ni pero ni manzana. Tome esto y guárdeselo bien. Hágame caso, buen hombre.
(se queda sola)
MUJER: (suspira) Ayyyyyy, ahora sí puedo dormirme tranquila (se sienta, se duerme y ronca)
NARRADORA : Aquí dejamos a Conchita con sus deseos, sus sueños, sus pesadillas,……y sus ronquidos. Claro que no sabemos si le tocará la lotería. Pero eso ya es un deseo de categoría especial y ni siquiera la gran hada puede conseguirlo. En todo caso ya sabéis el dicho: “la felicidad no consiste en tener lo que se quiere, sino en querer lo que se tiene”. ¡Qué gran verdad! Aunque no es menos cierto que a nadie le amarga un dulce ¿A que sí? En fin, buenas noches y buena suerte.
Ah, y feliz navidad a todos.
domingo, 16 de diciembre de 2012
La desgracia de la navidad
Autor: Alejandro Pascual Mellado
Érase una vez una historia de navidad que se contó como leyenda de padres a hijos desde antaño hasta ahora:
Había una vez un pueblo adentrado en las inmensas montañas que pocos turistas conocían, ya que no solo estaba bien escondido, sino que también estaba a extremas temperaturas bajo cero a lo largo del año. Era un pueblo pobre, agrícola y ganadero, pero en navidades parecía olvidar sus penas y se alegraba.
Se me ha olvidado contar que era antes de la leyenda de Santa Claus, pero aún así recibían regalos en esta época. No grandes regalos, pero suficiente como para dar alegría al pueblo. Pero ¿quién repartía los regalos y la felicidad al pueblo?
Los comerciantes también recibían regalos pero no les hacía la más mínima gracia, porque los regalos que se repartían eran semejantes a los que ellos vendían, por lo que la clientela disminuía. Así que unas navidades se decidieron reunir para encontrar
a este sospechoso, montaron guardias nocturnas para encontrarlo.
Pero cuando le tocó el turno a Nicolás el artesano, en cuanto se durmieron los demás tendederos, fue a su casa y con varios sacos fue repartiendo los regalos, y sí, era Nicolás el hombre de la navidad, como solían llamar a ese individuo los lugareños. A la mañana siguiente los tendederos del lugar le cantaron las cuarenta Nicolás, porque fue en su turno cuando actuó el hombre de la navidad, pero con tanto alboroto la montaña rugió con unos temblores fortísimos, cuando se escuchó:
-!!!!!!!!Avalanchaaaaaaaaaaaaaa!!!!!!!!!!
Había una fuerte avalancha que se dirigía hacía el pueblo, todos los hombres, niños, mujeres y animales de compañía se montaron en carros de caballos huyendo despavoridos de tal fenómeno. Todos menos Nicolás, él fue a por los planos de juguetes, ropas y demás regalos navideños, cuando salió no le dio tiempo a abrir la puerta antes de que la nieve le derrumbara.
Varios años después, el pueblo, situado en otra zona, había olvidado al hombre de la navidad porque ya no recibían sus regalos, los tendederos vendían regularmente todo el año y la alegría era una cosa que hacía tiempo que se había olvidado.
Pero de repente, un año en navidad volvieron los regalos con mejor calidad, y notas en la que ponía:
"Para mis fieles amigos del pueblo, el hombre de la navidad era yo, ya morí en mi vida mortal y alcanzé una vida celestial, ahora yo, Santa Claus, reparto al mundo entero, en mi próxima vida eterna nunca os olvidare, hohohohohohohho
Firmado:San Nicolás."
Érase una vez una historia de navidad que se contó como leyenda de padres a hijos desde antaño hasta ahora:
Había una vez un pueblo adentrado en las inmensas montañas que pocos turistas conocían, ya que no solo estaba bien escondido, sino que también estaba a extremas temperaturas bajo cero a lo largo del año. Era un pueblo pobre, agrícola y ganadero, pero en navidades parecía olvidar sus penas y se alegraba.
Se me ha olvidado contar que era antes de la leyenda de Santa Claus, pero aún así recibían regalos en esta época. No grandes regalos, pero suficiente como para dar alegría al pueblo. Pero ¿quién repartía los regalos y la felicidad al pueblo?
Los comerciantes también recibían regalos pero no les hacía la más mínima gracia, porque los regalos que se repartían eran semejantes a los que ellos vendían, por lo que la clientela disminuía. Así que unas navidades se decidieron reunir para encontrar
a este sospechoso, montaron guardias nocturnas para encontrarlo.
Pero cuando le tocó el turno a Nicolás el artesano, en cuanto se durmieron los demás tendederos, fue a su casa y con varios sacos fue repartiendo los regalos, y sí, era Nicolás el hombre de la navidad, como solían llamar a ese individuo los lugareños. A la mañana siguiente los tendederos del lugar le cantaron las cuarenta Nicolás, porque fue en su turno cuando actuó el hombre de la navidad, pero con tanto alboroto la montaña rugió con unos temblores fortísimos, cuando se escuchó:
-!!!!!!!!Avalanchaaaaaaaaaaaaaa!!!!!!!!!!
Había una fuerte avalancha que se dirigía hacía el pueblo, todos los hombres, niños, mujeres y animales de compañía se montaron en carros de caballos huyendo despavoridos de tal fenómeno. Todos menos Nicolás, él fue a por los planos de juguetes, ropas y demás regalos navideños, cuando salió no le dio tiempo a abrir la puerta antes de que la nieve le derrumbara.
Varios años después, el pueblo, situado en otra zona, había olvidado al hombre de la navidad porque ya no recibían sus regalos, los tendederos vendían regularmente todo el año y la alegría era una cosa que hacía tiempo que se había olvidado.
Pero de repente, un año en navidad volvieron los regalos con mejor calidad, y notas en la que ponía:
"Para mis fieles amigos del pueblo, el hombre de la navidad era yo, ya morí en mi vida mortal y alcanzé una vida celestial, ahora yo, Santa Claus, reparto al mundo entero, en mi próxima vida eterna nunca os olvidare, hohohohohohohho
Firmado:San Nicolás."
La Navidad ya ha llegado a este país
Autor: Pablo Riquelme Delgado
Érase una vez en un país en que la Navidad no se celebraba. Solo se celebraba Halloween, Acción de Gracias y Semana Santa.
A un niño llamado Tomás le gustaba hacer muchos experimentos y objetos nuevos. Un día se le ocurrió fabricar un objeto para ir a otro mundo. Entonces se puso encima del objeto para viajar y.... ¡el objeto desapareció! El niño estaba alucinando, su objeto funcionaba. Y de la sorpresa se desmayó. Cuando se despertó el niño estaba en un sitio muy raro, era como muy antiguo. El niño se asustó y fue corriendo hacia un policía para pedirle ayuda.
-Señor, señor- le dijo el niño al policía.
-¿Qué quieres niño? estoy trabajando- le contestó el policía enfadado.
-Es que inventé un objeto para ir a otro mundo y funcionó y ahora no sé donde estoy.
-Pues estás en Linbiker, el país que solo tú y nosotros (la gente del país) conocemos.
-Ah, pero cómo puedo volver. Es que mañana es Navidad y viene Papá Noel y después los Reyes Magos y no me quiero perder los regalos.
-¿Qué es eso de naguidad, papel noel y los nenes magos?- preguntó extrañado el policía.
-Navidad, Papá Noel y los Reyes Magos, sordo. Es una temporada en que la gente está muy feliz por los regalos y también porque es el nacimiento de Jesús.
-Ah, ¿y cómo que no lo habíamos escuchado en este país nunca?
-No sé, pero yo creo que hoy sería buen día para decirles a la gente del país qué es la navidad.
-Vale, oye ¿tú podrías estar con nosotros en Navidad?
-Eh... bueno vale, pero cuando acabe la Navidad me voy para mi casa.
-¡Vale!-dijo con alegría el poli.
El policía se subió en un banco, cogió un megáfono y dijo:
-Señores, señoras, niños, niñas, hoy este chico tan majo me ha nombrado un día festivo más y se llama Navidad, es el día en que las personas están muy felices por los regalos y porque es el nacimiento de Jesús. Este año que ya sabemos qué es la Navidad, deberíamos celebrarla.
-Eso es cierto, deberíamos celebrala- dijo un hombre- Además deberíamos cereblarla por todo lo alto.
-Sííííííííí- dijeron todos los del país.
Al día siguiente (día de Navidad) se pasarón bailando, cantando y saltando todo el día.
Al final Tomás se lo pasó mejor que otros años.
Érase una vez en un país en que la Navidad no se celebraba. Solo se celebraba Halloween, Acción de Gracias y Semana Santa.
A un niño llamado Tomás le gustaba hacer muchos experimentos y objetos nuevos. Un día se le ocurrió fabricar un objeto para ir a otro mundo. Entonces se puso encima del objeto para viajar y.... ¡el objeto desapareció! El niño estaba alucinando, su objeto funcionaba. Y de la sorpresa se desmayó. Cuando se despertó el niño estaba en un sitio muy raro, era como muy antiguo. El niño se asustó y fue corriendo hacia un policía para pedirle ayuda.
-Señor, señor- le dijo el niño al policía.
-¿Qué quieres niño? estoy trabajando- le contestó el policía enfadado.
-Es que inventé un objeto para ir a otro mundo y funcionó y ahora no sé donde estoy.
-Pues estás en Linbiker, el país que solo tú y nosotros (la gente del país) conocemos.
-Ah, pero cómo puedo volver. Es que mañana es Navidad y viene Papá Noel y después los Reyes Magos y no me quiero perder los regalos.
-¿Qué es eso de naguidad, papel noel y los nenes magos?- preguntó extrañado el policía.
-Navidad, Papá Noel y los Reyes Magos, sordo. Es una temporada en que la gente está muy feliz por los regalos y también porque es el nacimiento de Jesús.
-Ah, ¿y cómo que no lo habíamos escuchado en este país nunca?
-No sé, pero yo creo que hoy sería buen día para decirles a la gente del país qué es la navidad.
-Vale, oye ¿tú podrías estar con nosotros en Navidad?
-Eh... bueno vale, pero cuando acabe la Navidad me voy para mi casa.
-¡Vale!-dijo con alegría el poli.
El policía se subió en un banco, cogió un megáfono y dijo:
-Señores, señoras, niños, niñas, hoy este chico tan majo me ha nombrado un día festivo más y se llama Navidad, es el día en que las personas están muy felices por los regalos y porque es el nacimiento de Jesús. Este año que ya sabemos qué es la Navidad, deberíamos celebrarla.
-Eso es cierto, deberíamos celebrala- dijo un hombre- Además deberíamos cereblarla por todo lo alto.
-Sííííííííí- dijeron todos los del país.
Al día siguiente (día de Navidad) se pasarón bailando, cantando y saltando todo el día.
Al final Tomás se lo pasó mejor que otros años.
El niño que quería ser bueno
Autor: Francisco Martínez González
Érase una vez un niño que era muy malo, por una vez estaba harto de ser el matón del colegio y desobedecer a sus padres, etc.
Él se lo pasaba muy bien cuando pegaba a los niños y decía que le hiciesen los deberes; pero en el fondo sabía que estaba mal.
Pasó el año y él sacó notas muy bajas pero tampoco había suspendido.
Un momento, ¿por qué os estoy contando todo esto?
Voy a ir al grano:
Llegaron las Navidades y como os iba contando él no quería volver a ser malo y le daba vergüenza decirlo, así que escribió la carta y puso una sola cosa: que nunca hubiese sido malo.
Pero cuando los Reyes Magos vinieron a dejar los regalos leyeron la carta del niño, que por cierto se llamaba Mario.
Y los reyes se rieron un poco pero a la vez lloraron, ¿sabéis por qué?
Porque en la carta ponía que además de querer ser bueno también decía que le gustaba una niña que se llama Mónica.
Entonces cuando Mario se despertó no sintió ningún cambio y fue al salón donde se encontró un carta de los Reyes Magos que decía:
"Querido Mario:
Somos nosotros, los Reyes Magos, y queremos decirte que si tú quieres ser bueno nosotros no podemos hacer nada. Lo único que queremos explicarte es que para ser bueno solo tienes que mirar dentro de ti, en tu corazón. Con esto conseguirás todo lo que nos has pedido por estas Navidades."
-¡Eso es todo!- dice enfadado Mario.
-¡Tiene que haber algo más!- dice más enfadado todavía.
-No puede ser, es imposible, no puede ser- repite llorando.
Pasaron las vacaciones de Navidad y llegó el colegio.
Cuando Mario entró se dijo a sí mismo:
-Bueno, otro día de colegio más siendo el matón.
Pero no se sentía igual, tenía ganas de jugar con los pequeños, y cuando Mónica lo miró, Mario se sonrojó delante de ella.
Entonces averiguó a lo que se referían los Reyes Magos.
Se referían a que fuese lo que él había pedido: ser bueno, no pegar, no quitarle el dinero de la cafetería a los menores, etc.
Sí, su deseo se había cumplido, pero en realidad no era un deseo, él ya lo podía hacer; lo que de verdad querían hacer los Reyes Magos era que Mario se diese cuenta de que él puede decidir lo que quiere ser.
Érase una vez un niño que era muy malo, por una vez estaba harto de ser el matón del colegio y desobedecer a sus padres, etc.
Él se lo pasaba muy bien cuando pegaba a los niños y decía que le hiciesen los deberes; pero en el fondo sabía que estaba mal.
Pasó el año y él sacó notas muy bajas pero tampoco había suspendido.
Un momento, ¿por qué os estoy contando todo esto?
Voy a ir al grano:
Llegaron las Navidades y como os iba contando él no quería volver a ser malo y le daba vergüenza decirlo, así que escribió la carta y puso una sola cosa: que nunca hubiese sido malo.
Pero cuando los Reyes Magos vinieron a dejar los regalos leyeron la carta del niño, que por cierto se llamaba Mario.
Y los reyes se rieron un poco pero a la vez lloraron, ¿sabéis por qué?
Porque en la carta ponía que además de querer ser bueno también decía que le gustaba una niña que se llama Mónica.
Entonces cuando Mario se despertó no sintió ningún cambio y fue al salón donde se encontró un carta de los Reyes Magos que decía:
"Querido Mario:
Somos nosotros, los Reyes Magos, y queremos decirte que si tú quieres ser bueno nosotros no podemos hacer nada. Lo único que queremos explicarte es que para ser bueno solo tienes que mirar dentro de ti, en tu corazón. Con esto conseguirás todo lo que nos has pedido por estas Navidades."
-¡Eso es todo!- dice enfadado Mario.
-¡Tiene que haber algo más!- dice más enfadado todavía.
-No puede ser, es imposible, no puede ser- repite llorando.
Pasaron las vacaciones de Navidad y llegó el colegio.
Cuando Mario entró se dijo a sí mismo:
-Bueno, otro día de colegio más siendo el matón.
Pero no se sentía igual, tenía ganas de jugar con los pequeños, y cuando Mónica lo miró, Mario se sonrojó delante de ella.
Entonces averiguó a lo que se referían los Reyes Magos.
Se referían a que fuese lo que él había pedido: ser bueno, no pegar, no quitarle el dinero de la cafetería a los menores, etc.
Sí, su deseo se había cumplido, pero en realidad no era un deseo, él ya lo podía hacer; lo que de verdad querían hacer los Reyes Magos era que Mario se diese cuenta de que él puede decidir lo que quiere ser.
sábado, 15 de diciembre de 2012
El regalo de los Reyes
Autor: Diego Ruano Cano
Érase un día un niño llamado que Pedro estaba rellenando la carta para los Reyes Magos por el ordenador. Cuando la manda, seis días después le llega un correo de los Reyes Magos, lo mira y hace lo que le dicen. Cuando llegó el día de navidad le trajeron todo lo que pidió. Al año siguiente rellenó la carta y se la mandó. Seis días después le mandaron un vídeo; lo vio y no le hizo caso. Cuando llegó el día de Reyes no le trajeron nada porque no hizo caso al vídeo de los Reyes Magos, y pensó: si hago caso me traen todo lo que quiera o no. Al final pensó y no escribió la carta por el ordenador sino de puño y letra. Así lo hizo, y así lo hará siempre, y los Reyes le trajeron lo que quería.
Érase un día un niño llamado que Pedro estaba rellenando la carta para los Reyes Magos por el ordenador. Cuando la manda, seis días después le llega un correo de los Reyes Magos, lo mira y hace lo que le dicen. Cuando llegó el día de navidad le trajeron todo lo que pidió. Al año siguiente rellenó la carta y se la mandó. Seis días después le mandaron un vídeo; lo vio y no le hizo caso. Cuando llegó el día de Reyes no le trajeron nada porque no hizo caso al vídeo de los Reyes Magos, y pensó: si hago caso me traen todo lo que quiera o no. Al final pensó y no escribió la carta por el ordenador sino de puño y letra. Así lo hizo, y así lo hará siempre, y los Reyes le trajeron lo que quería.
jueves, 13 de diciembre de 2012
martes, 11 de diciembre de 2012
miércoles, 5 de diciembre de 2012
Nuestra historia en dos minutos
Dice en youtube:
"A video about the evolution of the planet Earth using a multitude of various images to tell the story in two minutes. The video was created by Joe Bush for a High School project using images he found online."
"Un vídeo sobre la evolución del planeta Tierra usando multitud de imágenes variadas para contar la historia en dos minutos. El vídeo fue creado por Joe Bush para un proyecto del instituto usando imágenes que encontró en internet"
(recomendado por Marina)
"A video about the evolution of the planet Earth using a multitude of various images to tell the story in two minutes. The video was created by Joe Bush for a High School project using images he found online."
"Un vídeo sobre la evolución del planeta Tierra usando multitud de imágenes variadas para contar la historia en dos minutos. El vídeo fue creado por Joe Bush para un proyecto del instituto usando imágenes que encontró en internet"
(recomendado por Marina)
martes, 4 de diciembre de 2012
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