domingo, 4 de noviembre de 2012

Desperté

Autora: Carmen Ariza Buforn

Desperté, me encontraba en una cama no muy cómoda. Estaba en un lugar muy frio. Me incorporé en la cama, puse un pie en el suelo y sentí cómo un escalofrió recorrió rápidamente mi cuerpo. Tenía los pies descalzos. El suelo era de mármol blanco. Me puse en pie y caminé unos cuantos pasos, miré a mi alrededor: solo había una vitrina con unos cuantos libros, una mesa y una silla. Le eché un vistazo a los libros, había unos doce o trece, los cogí poco a poco y los fui poniendo en el suelo, junto a la mesa. Me senté en la silla y cogí el primer libro. Antes de abrirlo le sacudí el polvo, luego, justo cuando fui a mirar el título, escuché un ruido. No os mentiré, tenía mucho miedo. Pensé que no era nada y seguí mirando el libro, pero pasó lo mismo. Decidí dejar el libro para más tarde y centrarme en la persona o la cosa que producía esos ruidos. Miré por toda la habitación pero no conseguí descubrir nada. Así que pensé que tendría que salir para averiguar qué los producía. Luego me di cuenta de que la habitación no tenía puerta. Al principio esto me pareció extraño, pero no mucho, luego pensé que si no había puerta no podría haber entrado. Pensé y pensé, al final se me ocurrieron un montón de ideas raras, pero recordé una película de misterio en la que al protagonista le pasaba algo parecido. Cogí los libros de nuevo y los coloqué en la estantería, uno a uno los fui pulsando, tocando y sacando hasta que al fin la estantería se movió (sin yo tocarla) y abrió un pasadizo secreto.

Las paredes eran de piedra y nada lujosas, la unión de la pared con el suelo estaba cubierta de moho. Di un pasito, en cuanto mi pie descalzo tocó el suelo sentí una sensación indescriptible. Estaba oscuro, pero cada 10 metros aproximadamente había unas velas que colgaban de las paredes, cogí una para alumbrar bien mi camino. Me adentré en las profundidades del pasadizo, todo era muy tétrico. Tenía mucho miedo. Caminé un rato más hasta que las paredes del cobertizo se acabaron, había una enorme puerta de más de dos metros, era de roble y tenía un pomo dorado. Estuve un rato pensando si abrir la puerta o no. Decidí abrirla.

Dentro había una mesa muy grande con 12 sillas, una chimenea, y montones de libros. En esta sala no me pasa lo mismo que en los sitios anteriores, cuando mi pie tocaba el suelo lo que sentía era cálido y acogedor. Era como una biblioteca muy, muy grande. Estuve dando vueltas por la sala un buen rato. Mientras miraba la chimenea sentí un aire cálido en mi nuca. Me giré. Vi algo inesperado, era un... un... vampiro. Lo miré a los ojos, eran rojos, tenía la tez pálida y firme. Tras él había 10 personas, o cosas (no sé exactamente lo que eran). Un hombre-lobo, un señor con la cara quemada y unas garras, un tipo verde con cicatrices, una niña diabólica muy borde, un muñeco asesino, un señor con una máscara blanca con las mejillas de círculos rojos, un fantasma, una momia, un zombi y un señor con un saco.

El vampiro me dijo:
-Te estábamos esperando. Toma asiento y tranquilízate, no te vamos a hacer nada, cálmate, estas a salvo.
Tomé asiento y empezó el vampiro a explicarme lo que ocurría:
-Ya sé que estás nerviosa, pero no tienes por qué estarlo. Te hemos traído hasta aquí porque has sido la elegida, espera, te lo explicaré todo.
-Somos los personajes más terroríficos de películas, cuentos, leyendas... Te presentaré a todos. Yo soy el conde Drácula, este de aquí es el hombre lobo, ese es Freddy Krueger, aquel es Frankenstein, también está Regan, Chucky, Saw, un fantasma, una momia, un zombi y este es el hombre del saco. Todos los 31 de octubre elegimos a alguien para que se una a nosotros, y esta vez te ha tocado a ti. Elegimos a tres personas, las pusimos a cada una en una habitación igual que la tuya, y solo tú has sabido cómo salir. Oh, mira, ya casi son las 12, qué emoción, se acerca tu hora. A las doce en punto te convertiremos en una de nosotros.

Cuando el reloj marcó las doce todos se levantaron, unieron sus manos formando un círculo alrededor de mi. Empezaron a decir cosas, hechizos, maldiciones, deseos... Y de repente caí al suelo. No recuerdo nada más.

Abrí los ojos, me encontraba en la habitación en la que estaba al principio. Me notaba rara. Miré mis manos y estaban pálidas. Tenía mucha sed. Toqué el libro de antes y se abrió la estantería, me dirigí hacia la sala. Abrí la puerta y tras ella estaban todos. Le pregunté a Drácula si me podía dar un vaso de agua, dijo que sí pero que eso no calmaría mi sed.

-Ahora ya no eres una persona normal, eres una vampiresa. El agua no calma tu sed, tan solo la calma la sangre.
Me entregó una copa con un liquido color rojo, supongo que era sangre. Lo bebí y cuando lo hice noté como si llevara siglos sin beber nada.
-Y... ¿de quién es esta sangre?
Pregunté.
-Pues, ¿recuerdas las dos personas más que encerramos?, es suya.
Me respondió.
-¿Cómo?, ¿habéis matado a esas personas y a mí me habéis convertido en vampiresa? Estáis locos. Dejadme en paz, llevadme a mi casa.
Dije alterada.
-No podremos, y aunque lo hiciéramos tú tendrías que matar a otra gente para alimentarte o morirías de hambre.
Me dijo Drácula.
-Me da igual, prefiero morir que estar con unos monstruos.
Dije yo.
-Te recuerdo que tú también eres un monstruo.
Intervino el hombre lobo.

En ese momento se me pasaron muchas cosas por la mente, casi todas eran estupideces, pero decidí hacer lo peor de todo. Cogí un trozo de madera, lo partí de forma que quedaba un trozo puntiagudo y con todas mis fuerzas me lo clavé en el corazón. Sentí el dolor más fuerte de toda mi vida.

Esta es la historia de mi vida. Pero debéis preguntaros una cosa, si yo estoy muerta... ¿cómo he escrito esta historia?



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